He visto con sorpresa cómo los propios integrantes del gabinete hacen declaraciones que apuntan –más que a generar tranquilidad durante el manejo de esta crisis–, a producir más incertidumbre de la que ya hay, producto de afirmaciones que evidentemente serían aprovechadas por los medios desde una óptica sensacionalista.

Con esto no quiero decir que no se diga la verdad. Sin embargo, es muy importante que quienes lleven la voz oficial del gobierno en esta materia lo hagan con el especial cuidado que requiere la circunstancia.

Por un lado, ha estado el ministro de Salud diciendo que un grupo de personas morirá en las calles, otro en albergues y en sus casas. Por el otro, el presidente del Consejo de Ministros diciendo que, si la cosa se agrava, podría sobrepasarnos. O sea, el apocalipsis.

Todos entendemos que la función de los ministros es, en primer término, hacer las tareas que les competen lo mejor que puedan. Y entendemos también que, en determinados casos, las circunstancias pueden ir más allá de sus posibilidades, pero ante ello, su primer deber es el de encontrar soluciones, agotando las posibilidades de todo aquello que pueda significar un apoyo para las labores u objetivos que deben alcanzar.

Las palabras del ministro de Salud se enmarcan dentro de la explicación de una política pública para el recojo de cadáveres para evitar una situación similar a la de Guayaquil. Efectivamente, prever una medida así es necesaria. Sin embargo, el cargo del ministro de Salud –aún más en un contexto como el que hoy vivimos–, tiene un trasfondo esencialmente político, y en mayor medida el del Premier. Por ello, los ministros deben cuidar mucho sus palabras, y no hacer declaraciones que luego serán recogidas por los medios –quizás incluso descontextualizadas–, y difundidas incrementando la sensación de inseguridad en la población.

Nuestras autoridades deben entender que hay una línea muy fina entre informar generando consciencia en la población, y generar desconfianza e inseguridad –incluso respecto de sus propias capacidades para resolver la crisis–.