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En un aula de clase concurren tres mundos: el mundo público que incluye a los profesores conduciendo las clases, el mundo privado social de las interacciones informales entre alumnos (chismes, pasada de papelitos, conversaciones, etc.) y el mundo privado individual de los propósitos propios de los alumnos y sus pensamientos.

Nuthall se la pasó años monitoreando (con micrófonos) los diálogos entre alumnos en clase para entender la enseñanza y el aprendizaje desde sus ojos, concluyendo que los profesores saben muy poco de lo que ocurre realmente en su clase.

Los alumnos ya saben el 40% de lo que el profesor pretende enseñarles y se aburren; el 25% de lo que aprenden surge del diálogo con sus pares o de averiguaciones propias; y especialmente los alumnos se dan cuenta de cómo y cuándo el profesor se percata si ellos están comprometidos con el quehacer de la clase, tomando posturas políticamente correctas para evitar problemas.

Los profesores tienden a dejarse llevar por indicadores secundarios como la mirada de los alumnos, su aparente entusiasmo y las preguntas que formulan, para asumir con ello que están comprometidos con la clase. Su foco al planificar y realizar sus clases está en mantener ocupados a los estudiantes para producir algún resultado tangible. Sin embargo, al consultar a los alumnos sobre lo que estaban pensando durante la actividad, suelen decir “cómo terminar más rápido” o “qué contestar con el menor esfuerzo”.

Concluye que la única manera de entender el aprendizaje de un alumno es el abordaje personalizado. (Nuthall G.A. 2007, The hidden lives of learners, págs. 241-2)