Los peruanos no tendríamos perdón si es que por esas cosas que solo ocurren en nuestro país, la gente que nos gobierna lograse sacar adelante su Constitución para implantar acá un modelo como el que ha sumido a millones de venezolanos en el destierro y la miseria, luego que hace 20 años ese farsante y corrupto llamado Hugo Chávez lograra poner en vigencia una Carta Magna a su medida para perpetuar la tiranía, agitando las banderas de la “justicia social” y la “igualdad”.
Los padres y abuelos de los venezolanos que hoy vemos en las calles de Lima pidiendo limosnas, ganándose unas moneras en cualquier trabajito que consigan por allí o incluso delinquiendo, son los que andaban con boinas rojas por las calles, aplaudían embobados los disparates del “Aló, presidente” y votaban una y otra vez por Chávez desde que les vino con el cuento de que había llegado una revolución socialista que haría que no exista más hambre, desigualdad ni corrupción.
En la Venezuela de hoy, los únicos que la pasan de lo lindo y sienten el “bienestar” de la revolución chavista en sus bolsillos y cuentas bancarias, son los gobernantes y sus familiares que andan en Estados Unidos y Europa gastando el dinero mal habido mientras se olvidan por un rato de su discurso en contra del capitalismo, la derecha y el “imperio opresor y genocida”. Los demás tienen que comer –literalmente– basura o ser casi unos parias en Colombia, Ecuador, Perú o Chile.
Por eso, resulta inconcebible que sabiendo todos los peruanos lo que sufre Venezuela bajo la tiranía de Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, acá exista al menos la posibilidad de que se instaure una Constitución como la que sueñan personajes como Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, Dina Boluarte, Guillermo Bermejo, Guido Bellido, Verónika Mendoza, Marco Arana y todos los que integran el gabinete ministerial del impresentable de Aníbal Torres, sin excepción, pues ninguno ha renunciado.
El Congreso tiene que rechazar el disparate presentado el lunes, y los peruanos debemos tomar nota de quiénes han sido los promotores de una ilegal constituyente con miembros elegidos a dedo, que solo nos daría una Carta Magna que acabaría con la renovación del gobierno cada cinco años, la independencia del Poder Legislativo y el Poder Judicial, la libertad de expresión y la propiedad privada. Eso se venía advirtiendo desde la campaña, pero pocos lo quisieron ver.