Las elecciones internas que se realizan entre el 30 de noviembre y el 7 de diciembre en casi cuarenta partidos abren un nuevo capítulo en la política peruana. Será el momento en que, por voto universal o mediante delegados, cada organización defina a sus candidatos a la presidencia y al Congreso. En este proceso, dos partidos históricos han optado por la renovación: el APRA, que ha respaldado la candidatura de Enrique Valderrama, y Acción Popular, que encamina a Julio Chávez como su postulante al más alto cargo del país. La necesidad de un recambio es evidente. La clase política actual, desacreditada y sin capacidad de inspirar confianza, ha mostrado su agotamiento. El país exige figuras capaces de ofrecer una conducción distinta y un compromiso real con los problemas nacionales. En ese sentido, la renovación no debe entenderse como un simple reemplazo generacional, sino como la oportunidad de corregir décadas de improvisación, mediocridad y oportunismo.
Sin embargo, la renovación solo será auténtica si se acompaña de contenido. El Perú no necesita rostros
“nuevos” vacíos de principios ni proyectos improvisados que repitan los mismos vicios de siempre. El verdadero cambio debe surgir de ideas sólidas y de una comprensión profunda de los desafíos que enfrenta el país: la inseguridad, la crisis económica, la debilidad institucional y la fractura social. Lo que urge no es maquillaje político ni recambio cosmético, sino una transformación genuina.




