Las noticias en nuestro país no son muy alentadoras, empezando por la inseguridad ciudadana que ha llegado a tal grado que los vecinos de La Victoria y El Agustino –localidades no consideradas en estado de emergencia– cansados de la falta de acción efectiva para superar los actos delictivos de extranjeros, han recurrido a la mano propia para combatir al robo y la extorsión diaria.

Además, está la recesión económica –que el Ministro de Economía y Finanzas recientemente tuvo que reconocer, como si los peruanos no la hubiéramos sentido en nuestros bolsillos– que no será fácil de superar, no solo por el incremento de acciones delictuosas, sino también por la revelación de sesiones de adoctrinamiento subversivo en el norte del país, así como por el último escenario de riesgo para el verano 2024 que calcula que más de 3 millones de personas, en 14 regiones del país, afrontarán el riesgo alto de huaicos e inundaciones en difíciles condiciones, agravadas por las limitadas capacidades de los gobiernos subnacionales.

Esta realidad nos obliga no solo a ser críticos, sino a denunciar, participar y proponer soluciones, haciendo esfuerzos para superar la indolencia recurrente, y no esperar que la fortuna, una vez más, nos sea adversa y seamos doblegados por la ignorancia y la indiferencia de unos cuantos millones de peruanos que –con su voto o su ausencia– pongan al frente a personas que no den la talla para llevar las riendas del país.

Las fuerzas políticas deben entender que, al momento de presentar las listas para las próximas elecciones, tienen que unir fuerzas –en candidaturas únicas que concentren la voluntad nacional– en busca de mayor inversión privada y mejor gestión pública, libre de corrupción. Mientras tanto, el Congreso debe impulsar las reformas necesarias para el cambio; y la ciudadanía, dejar los lamentos a fin de pasar a la acción en favor del Perú.