El llamado “vacunagate” ha destapado -una vez más- dos problemas enraizados en la sociedad peruana: el egoísmo y la corrupción. Todos los que tuvieron oportunidad de recibir la inoculación de Sinopharm no lo dudaron y se saltaron la fila para recibir una dosis.

Ahora, una vez destapado el escándalo, ensayan excusas para justificar su accionar. La peor de las condenas para ellos, la legal y la social.

La investigación de este caso debe seguir su cauce habitual tanto en el Congreso como en el Ministerio Público. Los culpables tienen que pagar aunque se trata de procesos con tinte político porque comprende a un expresidente, dos exministras y varios funcionarios de alto nivel. Eso no debe ser una excusa para la impunidad bajo en cuento de la “persecución”.

Pero más allá de eso, lo que no debemos perder de vista ahora es el proceso de vacunación en sí. El número de inoculados a nivel nacional ya superó la cifra de fallecidos durante toda la pandemia y este dato es digno de destacar porque genera esperanza en lo que seguirá durante el resto del año. Sin embargo, no puede haber más demoras y debe mantenerse sin importar qué agrupación asuma la presidencia de la República el próximo 28 de julio. La investigación debe seguir y la vacunación también.