El Consejo de Seguridad (CS) de la ONU acaba de aprobar abrumadoramente -13 votos a favor y 2 abstenciones-, una nueva resolución, la 2548, sobre el Sahara Occidental (Norte de África), el territorio más austral de Marruecos que el denominado Frente Polisario, siempre maquinado por Argelia, país vecino de Rabat, pretende absurdamente con su apoyo bajo el mezquino y censurable enfoque, de la victimización del pueblo saharaui que allí habita, promoviendo la falsa idea de haber sido despojado, y por tanto, alentando su independencia, un plan que no tiene pies ni cabeza, al constituir una violación del derecho internacional que consagra la soberanía marroquí sobre dicho territorio. El CS ha materializado, una vez más, la finalidad central de la ONU, que es el mantenimiento de la paz en el planeta y que el método para preservarla es la solución pacífica, que es lo mismo que una solución jurídica, como única garantía internacional. Sobre esta pétrea base del derecho es que fluye la negociación sensata y abierta, que concluya en una región autónoma, parte de la integridad territorial marroquí, que es lo que corresponde, frente a la persistencia de un referéndum, que sería a todas luces manipulado por el Polisario, siempre solventado por Argelia. La solución jurídico-política del siglo XXI, es el método de la negociación sensata para destrabar procesos sin buena fe, mostrando, contrario sensu, la mejor buena voluntad, con las cartas sobre la mesa, para consumar una solución realista. Es verdad que la resolución del último sábado 31 de octubre, ha renovado por un año la Misión de la ONU para el Referéndum del Sahara Occidental, pero cuidado, pues el referéndum ha vuelto a ser desestimado y ese es su mensaje de impacto, pero también lo es, que Argelia ha sido confirmada como parte del problema, lo que significa que no podrá hacerse de la vista gorda, solamente queriendo aparecer de costado en una cómoda posición de país observador. Una vez más, se ha desvanecido la trama montada por Argel, desde el comienzo queriendo ganar poder geopolítico en la porción noroeste del África, donde adolece de la cualidad marítima atlántica que sí tiene Marruecos.