La tibieza no solo pasa factura en la política, sino también en la gestión pública. Desde hace muchos años las políticas blandengues desde el enfoque de “Derechos Humanos” promovidos por organizaciones marxistas ha limitado la acción del Estado sobre la seguridad y el orden. Los operadores caviares infiltrados en los gobiernos de Toledo, Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti dejaron una policía débil, un servicio de inteligencia destrozado, una reducción de gasto operativo y un gran despilfarro en consultorías. Para empeorar las cosas en 2021, cuando la seguridad estaba grave, le entregaron el país a una mafia encabezada por Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Es así como desde el fatídico 28 de julio del 2021, nuestro país ha sido totalmente secuestrado por el crimen organizado.

No fueron los mejores policías quienes manejaron el Ministerio del Interior los últimos 23 años, tampoco líderes con manos firmes en búsqueda de ley y orden, sino operadores políticos de turno que coincidieron en el debilitamiento del Estado frente a los delincuentes de toda índole. Cuando Dina Boluarte anunció con bombos y platillos su “Plan Boluarte”, sabía que sería un fracaso total porque para empezar a luchar contra el crimen necesitamos liderazgo y firmeza de verdad. Otarola y Dina no son ni por asomo la sombra de Nayib Bukele, ni tienen claro lo que se debe de hacer. El Congreso actual, un espacio donde conviven mafiosos y tibios en su mayoría, tampoco tiene el norte claro. Muy buenos discursos y entrevistas pero ni una sola ley para cambiar la situación actual. Peor aun, abdicaron a su función legislativa y aprobaron una delegación de facultades al Ejecutivo que no sirvió para nada.

Mientras siga el desgobierno, el país seguirá secuestrado. Porque ni el Ejecutivo, ni el Legislativo tienen la voluntad y los pantalones para recuperar la paz en las calles. Tampoco para dar condiciones a nuestra Policía para que desarrolle su labor y mucho menos la capacidad para enfrentar a organizaciones que manejan millones de dólares por la trata de personas, la extorsión y el robo. Necesitamos un cambio de cabezas, para salvar al Perú de la inseguridad.