Por Javier Masías @omnivorusq
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Te voy a contar un secreto, pero no se lo digas a nadie: acaba de abrir un huequito de fritanga norteamericana e influjos orientales que amerita, cuando menos, un par de visitas. El momento de ir es ahora, porque cuando todo el mundo se entere de que se puede comer por veinte soles, y esté repleto, vas a tener que hacer colas alucinantes y pelearte por un sitio como ocurre en otros lugares parecidos. También va a ser difícil que puedan tener siempre el cuidado indispensable para lograr el éxito en sus preparaciones. Lo digo porque esta semana fui dos veces, con desiguales resultados. La primera vez me gustó menos que la segunda, creo que porque estaban un tanto agobiados y no habían prestado atención suficiente a las alitas que nos llegaron blandengues. Se comprende: el espacio es atendido por dos personas, uno de ellos el dueño, y sirven hasta nueve comensales sentados. El tiempo para cuatro manos entre cocina y salón es un recurso escaso, más cuando se quieren ofrecer alitas y sánguches, comidas rápidas, según definición clásica.
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Pero a pesar de que en esa primera visita no todo fue perfecto, encontré motivos suficientes para volver: el carácter definido de los aderezos orientales para las alitas -salsa miso y tamarindo, ají fermentado y kion caramelizado, sal de chipotle y miel de ají, papaya y limón-, un sánguche de pollo frito buenazo -salsa agridulce, cebolla cruda, pickles hechos en casa- y una hamburguesa con queso muy sabrosa, más si se considera que cuesta 23 Soles con papas crujientes y cremosas. ¿Está pasando todo esto en Surquillo?, fue lo que me quedé pensando.
El vecindario ofrece algunas oportunidades para negocios gastronómicos que no requieran demasiados aspavientos y cuya propuesta sea medianamente especializada: a pesar de lo céntrico de su ubicación, Dante, esa calle de obsoleta mitología pandillera y chaveteo rutinario, tiene, por tramos, alquileres bajo cero aún ahora, que es mucho más segura. Es muy fácil llegar de Miraflores o Surco. Incluso es factible pagar menos por comida con todo y taxi, y salir habiendo disfrutado más que en los lugares de chatarra deluxe que hay en otros distritos. Es claro que llegar al balance o al refinamiento en la zona tomará muchísimo tiempo, pero quién puede extrañarlo si se pone el foco en lo que verdaderamente importa: la honestidad en la cocina y el sabor.
Un plato de la carta me hace pensar en ello. Se llama papipaya, una ensalada de papaya con carne picante de inspiración tailandesa. Tanto la presentación como los sabores intentan cierto balance, pero a fin de cuentas, en estas condiciones no tiene sentido apelar al equilibrio. Me gusta lo que como, y está en un precio razonable. Fin.
En la segunda visita, con el cocinero mucho más tranquilo, las alas crujen, el sándwich de pollo funciona bien y pruebo un BLT con mucha miga, el infrecuente mérito de estar hecho con un tocino curado en casa. Disfruto mucho.
Falta pulir detalles en la propuesta, pero no se le puede pedir más a un lugar en el que se puede comer tan rico por tan poco. La consistencia la dará el tiempo.
PapiCarne
Dante 348, Surquillo. Telf. 994 763 198. Lunes a sábado, almuerzo y cena. Cierra domingo.