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El dantesco incendio ocurrido en Lima Norte, muy aparte de sacar conclusiones sociales, también lleva a observar el comportamiento de la atmósfera. Lamentando lo ocurrido, podremos ver la importancia de la meteorología para la reducción y la disipación de este fenómeno antropogénico. Pero saquemos conclusiones:

Como se verá, las partículas de las llantas quemadas ascienden en la atmósfera debido a las elevadas temperaturas. En el trayecto, se van enfriando y -considerando a Lima una zona de muchísima humedad- el agua en su condición gaseosa se va adhiriendo a estas partículas higroscópicas. Ello hace que se conviertan en gotas de agua en suspensión y se trasladen por Lima de acuerdo con el viento zonal que no estudiamos. Estas seguirán absorbiendo humedad hasta que la gravedad lo permita y caigan en forma de lluvia, llovizna o golpeen con la superficie que encuentren.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra -famosa por su niebla-, colocaban llantas de caucho encendidas a lo largo de las pistas de despegue, para que condensen la niebla y puedan despegar. Actualmente, en el Perú estamos investigando con yoduro de plata la posibilidad de sembrar o disipar lluvias bajo este principio físico.

El incendio de Lima Norte nos va a servir para corroborar el movimiento del viento a escalas microclimáticas de Lima solo en espacio, mas no en tiempo. Según algunas teorías, las partículas higroscópicas en suspensión de Lima se concentran en los distritos de San Juan de Lurigancho y de La Molina.

La falta de tecnología obliga a los meteorólogos a usar estos errores humanos para aprender como en la medicina medieval. No confundamos. La meteorología es la base para otras ciencias de prevención; sin información meteorológica oportuna, las otras ciencias yerran, lamentablemente.

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