El cada vez más complejo escenario en que Pedro Castillo trata de construir gobernabilidad, se ha enturbiado mucho más con el impacto de su reciente entrevista en CNN concedida al periodista Fernando del Rincón. Además de mostrarlo débil, la entrevista generó consecuencias incluso tan inesperadas como graves. Como cuando el presidente habla sobre la posibilidad de someter a consulta popular la salida de Bolivia al Pacífico, o tan cándidamente ridículas, como en la confesión del propio Castillo de que él no estaba preparado para ser Presidente, dejando entrever que el país que él representa es casi una escuelita para aprender.

La indignación, cuando no, la vergüenza, por quien constitucionalmente representa a la nación, llevó a muchos al límite de la tolerancia. La entrevista desnudó falencias en el pack de cualidades básicas que debe poseer quien asume un cargo de esa magnitud. Esto terminó por encender todas las alarmas. Sin embargo, la indignación y la furia esconde la verdadera complejidad del problema. Porque no todo se arregla, como creen muchos, con aplicarle una causal de vacancia. Si se reemplaza a Castillo por la vicepresidenta Boluarte, no habrá ninguna diferencia en cuanto a capacidades para desempeñar las labores del Despacho Presidencial. Lo que sí es de notar que es ella llegaría con las legiones de tecnócratas de la izquierda caviar, ansiosos de recuperar el poder. Pero esto da para otro análisis. Solamente si se logra una salida negociada en que renuncien presidente y vicepresidenta, para convocar elecciones en unos meses, habría una verdadera salida.

La entrevista reveló, de paso, algo más. Demostró que toda la narrativa de la izquierda peruana se agota rápido; y que pronto se diluye apenas toman contacto con problemas reales. De ahí la inexistencia de respuestas a preguntas clave que hizo Fernando del Rincón y que llamaron especialmente su atención. Su rostro, en plena entrevista, lo dijo todo.