Las elecciones argentinas del pasado domingo 22 de octubre resaltan el éxito del candidato oficialista, Sergio Massa, actual ministro de Economía. Llama la atención la fórmula electoral de un ministro-candidato presidencial, una posibilidad también permitida en nuestro país. La Constitución impide la postulación de un ministro como representante al Congreso si no ha dejado el cargo seis meses antes de las elecciones (artículo 91.1 CP), pero no existe incompatibilidad para ser candidato presidencial mientras ocupa un cargo ministerial. Sin embargo, hemos tenido presidentes-candidatos con los resultados que conocemos.

Los ministros tienen un tiempo de caducidad, producido el desgaste se cambia por otro. La realidad política de Argentina es distinta, tengamos en cuenta que un candidato-ministro de economía que garantiza la continuidad de las políticas públicas populistas del gobierno, frente a otra de sinceramiento fiscal defendida por un candidato liberal que desencadena un instinto que pone más cerca la supervivencia personal que el bien común.

El expresidente uruguayo, José Mujica, dice que Argentina es “indescifrable”. Coincido con él y todos los analistas que han comentado los resultados aludiendo al miedo, a Massa como animal político y el arraigo del peronismo como mitología que se manifiesta de manera diversa: en la forma de ver la vida y sus costumbres, los partidos políticos, el perfil de los candidatos y las propuestas del “Plan platita” que se resumen en “Papá Estado”. El reto y problema de fondo es lograr cambiar las políticas del Gobierno argentino y que puedan sostenerse en el tiempo. Un sacrificio a prueba de futuros populismos.

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