Hay personas y grupos que consideran que “ciudadanía es civismo”, y no es así. La enseñanza y construcción de la ciudadanía, además de fomentar desempeños cívicos, considera otros: ético-morales, político-democráticos, ambientales, de seguridad vial, de prevención e intervención ante desastres. Nos referiremos a la ciudadanía democrática y a la ética.
Ciudadanía democrática. Comprende el control político, la justicia, la gobernanza, la concertación, el estado de derecho y el respeto irrestricto de la constitución. Su finalidad es fortalecer la convivencia humana basada en la posibilidad de los individuos de participar en los beneficios de su vida laboral familiar y social, así como el ejercicio y respeto de los derechos humanos civiles, políticos y sociales. Va más allá de la gobernanza. Se basa en el respeto a las mayorías y las minorías; en el respeto del Estado de Derecho y las instituciones democráticas; y en el balance y respeto de los poderes de Estado. Igualmente, en la participación, el pluralismo, la tolerancia y el respeto mutuo, el trabajo, la paz y la irrestricta libertad de expresión, en un marco de desarrollo económico, sostenido y humano
Ciudadanía ética. Tiene como objetivo establecer y desarrollar valores referidos a la “veracidad, la honestidad y la trasparencia” en el desenvolvimiento de las personas en los diferentes ámbitos de su desempeño. Tiene que ver con la naturaleza intrínseca de la valoración del accionar del hombre en su vida personal, familiar, profesional y pública en un contexto de trascendencia que va más allá de la eficacia y la eficiencia. Por cierto, implica oponerse a las conductas inherentes a corrupción y la impunidad de todo tipo y en cualquier circunstancia. Finalmente es importante la valoración y el respeto de la persona sin exclusiones de etnia, color de piel, religión, situación económica, orientación sexual, características físicas, etc.