Encontrarle sentido a la vida está estrechamente vinculado a la conservación de la salud y tiende a disminuir el riesgo a morir temprano. Los investigadores analizaron datos de casi 7000 adultos estadounidenses entre 51 y 61 años que llenaron cuestionarios psicológicos sobre la relación entre la mortalidad y el propósito de la vida. Las personas sin un propósito de vida fuerte tenían más del doble de probabilidades de morir entre los años de estudio de 2006 y 2010, en comparación con los que tenían uno. “Al igual que las personas tienen necesidades físicas básicas, como dormir, comer y beber, tienen necesidades psicológicas básicas”, afirma Alan Rozanski, profesor de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai. “La necesidad de significado y propósito es el número 1. Es el motor de bienestar más profundo que existe”, agrega. Rozanski publicó un artículo de 2016 en la revista Psychosomatic Medicine en el que usó datos de 10 estudios para demostrar que el propósito de vida fuerte se asociaba con un menor riesgo de mortalidad y eventos cardiovasculares o infartos y accidentes cerebrovasculares. (Association Between Life Purpose and Mortality Among US Adults Older Than 50 Years; JAMA, 24/05/2019).
Uno de los retos aún no encarados por la escuela es el incentivo a los estudiantes para que le encuentren un propósito a sus vidas, que les haga sentirse bien consigo mismos, productivos, satisfechos, apasionados contribuyentes al bienestar general. Ese estímulo para su aprendizaje es mucho más poderoso que resignarse a la única ilusión -cada vez menos exigente- de ingresar a la universidad.