Si todos los alumnos aprobasen las pruebas, ¿se diría que los maestros son excelentes? Difícil. Lo más probable es que digan “la prueba fue muy sencilla” y “hay que elevar los estándares”. Lo que ello implica es que los estándares están hechos para que no los puedan cumplir la mayoría de los estudiantes; ya que, en la hipótesis de que ello ocurriese, se volverían a elevar lo necesario para garantizar que algunos fallen.
Alfie Kohn en su columna “Can Everyone Be Excellent? en el New York Times (16/6/2019) argumenta que el movimiento de estándares y rendición de cuentas no busca la mejora universal de los aprendizajes, sino la clasificación y jerarquización de los estudiantes. En EE.UU. es un hecho que los estudiantes afrodescendientes, los de familias de bajos ingresos y aquellos cuyo primer idioma no es el inglés se ubican de manera desproporcionada en ese segmento de los que fracasan. El éxito parece importar solo si es escaso, logrado por unos pocos. Si todos lo han hecho bastante bien, o han mejorado con el tiempo, la mitad siempre caerá por debajo de la mediana y parecerán fracasados.
La reforma educativa debería incluir la revisión del imaginario colectivo respecto de los estándares como vallas (in)alcanzables por todos, así como de las pruebas como eventos en los que los estudiantes deben competir unos con otros por ubicaciones relativas del “éxito”, representado por los puntajes o notas que obtienen los alumnos en las pruebas. De lo contrario, la misión final de una escuela no será ayudar a todos a aprender, sino manipular el juego para que siempre haya ganadores y perdedores.