La insistencia en el error de afirmar que Nicaragua, Venezuela o Cuba son Estados fallidos, denota una falta de precisión conceptual doctrinaria básica que debemos aclarar. En verdad si algo tienen estos tres países de América Latina, que destacan por contar con regímenes policíacos de evidencia incontrastable, es que han venido funcionando eficazmente durante todo el largo tiempo que llevan como dictaduras y en los que destaca el imperio de la autoridad abusiva que recurre a la intimidación y el abuso de los derechos humanos como regla.
Los Estados fallidos, en cambio, son sociedades anarquizadas donde no es identificable a la autoridad central, que en la teoría de la ciencia política y del derecho constitucional, denominamos GOBIERNO. Un Estado fallido es exactamente lo contrario al orden social establecido donde todos los miembros que la integran aceptan los convencionalismos y respetan las normas jurídicas comenzando por la Constitución Política, la ley de leyes.
En los Estados fallidos nada de eso existe y por ello lo que sí se impone es el caos y el desorden como reglas. A los Estados fallidos por esa razón suelo llamarlos Estados fallados por la manifiesta incapacidad para dirigir sus destinos por sus propios miembros y es necesario, en consecuencia, que pudiera producirse la intervención extranjera para evitar que muera gente y se hace por el principio de seguridad colectiva, donde lo que más preocupa es la vida humana como bien jurídico máximo.
Es el caso de Somalia, Yemen, la República Centroafricana o Libia y hasta Haití, donde la gobernabilidad es prácticamente inexistente. Los regímenes totalitarios como Corea del Norte y las ya referida dictaduras -N,V y C-, son Estados donde la coacción - fuerza o violencia del Estado- y la coerción -amenaza o advertencia del Estado-, tienen un alto nivel de eficacia y esa es la razón por la cual no hay evidencia de anarquía. Una prueba de esa macabra y abusiva eficacia es la manera brutal como el gobierno de Miguel Díaz-Canel, la cúpula militar nefasta de Nicolás Maduro o el grupo formado por nepotismo a las órdenes de Daniel Ortega, vienen reprimiendo a sus pueblos. Lo que menos hay en estos países es anarquía, destacando, contrariamente, el brutal control social. Por eso son los menos parecidos a los Estados fallidos.