Mientras subía el precio del gas, se achicaba el tamaño del pan, se incrementaba el alza de las tarifas de la energía eléctrica  y se frenaba la reactivación económica por la incertidumbre política, el Gobierno fue un despelote. El colmo fue la suspensión ayer del Consejo de Ministros, la reunión de los más altos funcionarios del Perú, el directorio de hacer andar al país. Esto simplemente demostraba que el Ejecutivo no tenía un proyecto común, sin políticas de Estado que los una.

Con ese nivel de desgobierno era casi imposible encontrar el rumbo para recomponer el tejido social del país, solucionar los graves problemas del día a día de los peruanos y así restablecer la confianza en sus instituciones.

La lógica era prescindir de los ministros más extremistas y desestabilizadores. Y así fue. El presidente Pedro Castillo comenzó removiendo al premier como una iniciativa de acción política para resolver la crisis económica.

Era urgente la renovación del gabinete ministerial y la incorporación de personas con nuevas ideas y modernas estrategias para superar esta coyuntura. Esperemos que este cambio no solo sea de nombres. Se requieren personas con conocimiento, planes y principalmente con profundos valores democráticos. Hay que precisar que el país no resiste más ensayos con gente improvisada e ideologizada al extremo.

El golpe de timón del jefe de Estado debe significar tomar una nueva ruta para darle estabilidad política y económica al país.