César Acuña ha entrado con todo en la carrera por Palacio de Gobierno. El excongresista, exalcalde de Trujillo y exgobernador de La Libertad va por el siguiente paso en su carrera política: quiere ser presidente del Perú.

Parte de su estrategia es emular a sus contendientes. Por un lado, mata a sus demonios con el pastor Lay y se redime con una alianza electoral. Por otro, mismo Toledo, que con su floro de Harvard dijo que él era la excepción de la educación, infla el pecho y se vanagloria de ser el único peruano con un doctorado firmado por el rey de España, como si un título de una universidad extranjera fuera garantía suficiente para entregarle las riendas del país.

Y es que con doctorado y todo, César Acuña refrenda no haber leído un solo libro, pero a pesar de eso, es dueño de varias universidades e instituciones educativas. Ironía que nos obliga a preguntarnos qué tanto podría acercarse a su cometido, porque, nos guste o no, el chato ocupa el cuarto lugar en las encuestas (aunque algunas voces ya lo ubican tercero) y está dispuesto a lo que sea para trepar, incluso a comprarse todo el tiraje de un periódico para evitar que los votantes lean el raje de su exesposa, que lo acusa de ser un lobo disfrazado de oveja.

Hace 15 años que es miembro de nuestra fauna política, pero Acuña quiere demostrar que él es de una raza distinta. ¿No será de una raza que cree que puede conseguirlo todo con plata? ¿Será de una raza proselitista y populista? Sea de la raza que sea, está claro que no se rinde de cara al 2016 y para ello está jugando todas sus cartas.