Dejemos que los miembros del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) desaten ese nudo gordiano en el que se ha convertido la segunda vuelta entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Por lo demás, más allá del respeto que toda persona merece, son las instituciones las que deben mantenerse incólumes frente a la presión pública.
Nos estamos haciendo tanto daño que no vemos más allá de estos sufragios por la presidencia de la República. Vapuleados la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y el JNE, hay una gran probabilidad que los miembros del Congreso vayan a la caza de ambos organismos proponiendo -de seguro- modificaciones caprichosas.
¿Qué se consigue atacando a los organismos electorales? Sencillamente, su descrédito, que la población se vuelque contra ellos. Acudir al Poder Judicial contra el proceso, por ejemplo, es una estrategia legal para aletargar la decisión del JNE, pese a su autonomía. ¿Y quiénes se han encargado de poner en escena esta trama?
La jurisprudencia que puede generar que un juez del ámbito constitucional acceda al amparo de cualquier hijo de vecino contra unas elecciones presidenciales, no debe pasar por alto de ninguna manera. Hoy sabemos que algunos pillos recurren a este tipo de maniobras judiciales cuando no les cabe la razón.
Por lo tanto, aquellas personas que, alegremente, hablan de fraude y nuevas elecciones, deben tener mucho cuidado con lo que siembran. Más adelante, puede ser que estén cosechando la creación de maquinarias electorales dedicadas al nuevo oficio de tumbarse comicios.
Espero que los resultados de esta segunda vuelta sean solo un hipo en nuestra vida democrática, que haya sido el infortunio de haber tenido elecciones tan ajustadas. No, no es para tomar a la ligera todas estas manifestaciones públicas contra las instituciones electorales. Aprendamos a respetar.