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Resulta interesante constatar que -con raras excepciones en el mundo animal, como las ballenas, elefantes y algunos primates- las madres no sobreviven a la siguiente generación de sus crías y mueren al dejar de ser fértiles; por lo que no hay abuelas. A diferencia de los abuelos de esas especies, que pueden seguir su vida reproductora con otras hembras y alejarse de sus manadas, las abuelas tienden a quedarse en el entorno de la misma familia de sus crías.

El profesor Phyllis Lee analizó 40 años de datos de más de 800 elefantes individuales en el Parque Nacional de Amboseli (Kenia) para saber más acerca de cómo funcionaban estas familias, encontrando que el hecho de tener una abuela marca una gran diferencia en la sobrevivencia o la muerte de un nuevo bebé.

La antropóloga Kristen Haekes ha planteado la hipótesis de las abuelas: sostiene que la naturaleza permite la supervivencia de ellas para que contribuyan al bienestar de la infancia, garantizando la supervivencia de la especie; ya que las madres pueden tener más crías en menor intervalo de tiempo, debido a la ayuda que reciben de las abuelas para sobrevivir. Es por eso que las abuelas se quedan a vivir en el mismo espacio con las madres; si se alejan, no podrían contribuir a la crianza de los nietos.

Entre los humanos, existe una ventaja adicional: los abuelos son fuente de continuidad de tradición, cultura, experiencia, consejo, historias, mitos, canciones, recetas, etc. Tanto antes de la invención de la imprenta como aún hoy, el aporte de los abuelos es clave para la continuidad de las tradiciones familiares y nacionales.