La capacidad de respuesta del Gobierno ante la crisis es penosa. Nadie asimila la gravedad de la situación económica, pese a que ya está golpeando los bolsillos de los peruanos. Ante ello, la presidenta Dina Boluarte parece evadir los problemas viajando fuera del país y el premier Alberto Otárola solo se dedica a culpar a otros. “Boluarte sabe gobernar y tomar decisiones (...) Tenemos que entender que las protestas sociales le han costado al país más que el COVID-19, hemos tenido el ciclón Yaku, el dengue, las siete plagas. Estamos pagando además las consecuencias de la gestión de Castillo”, dijo rl titular de la PCM en una entrevista a El Comercio.

Si los que manejan el Gobierno no hacen un análisis de que la crisis actual es también una consecuencia de su inoperancia, estamos perdidos. Es habitual echarle la culpa al otro como una forma de salvar las propias responsabilidades. Pero si se abusa de este mecanismo de transferencia de culpas solo se demostrará que el Ejecutivo es sinónimo de ineficiencia.

La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos da cuenta que el 67% de peruanos siente que su economía es la más afectada con la actual situación política del país. Esto no requiere mayor demostración. El Gobierno no ha podido cumplir las funciones básicas que le encomendó la ciudadanía.

“Vamos a superar la recesión”, “Vamos a luchar contra la inseguridad ciudadana”, “Vamos a derrotar a la corrupción” no son lineamientos de un programa o plan de acción, solo son clichés propagandísticos. Ya es momento que el Gobierno restituya su capacidad de articular todo aquello que la gente demanda. Si sigue con repentinos giros y extraños cambios de rumbo y actúa como si nada pasara, todo estará cuesta arriba.

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