La presidenta Dina Boluarte ha dado inicio a un programa de reuniones con las agrupaciones políticas representadas en el Congreso, con la intención de construir una “Agenda País” para el 2026. Si bien es cierto que la democracia exige diálogo y convivencia, incluso entre grupos o personas con profundas diferencias, la aparente unidad monolítica entre el Gobierno y las bancadas del Congreso plantea serias dudas sobre la validez y utilidad de estas conversaciones.
A pesar de algunas diferencias y rechazos que se quieren mostrar, estas rondas de diálogo parecen ser poco más que un gesto demagógico, una estrategia de propaganda impulsada por intereses que nada tienen que ver con el verdadero equilibrio de poderes que demanda la democracia en busca del bien común de los peruanos.
La realidad es que el necesario contrapeso entre el Ejecutivo y el Legislativo no existe. Además, qué gana el Poder Ejecutivo reuniéndose con bancadas en su mayoría formadas a último momento y por conveniencia política, antes que por coincidencias y objetivos en común.En este contexto, es imposible no preguntarse si estas reuniones entre el Gobierno y el Congreso tienen algún propósito real, o si simplemente son parte de una coreografía política diseñada para mantener las apariencias.