Si Dios no se apiada del país, en las próximas elecciones tendremos 43 candidatos presidenciales y el mismo número multiplicado por la cantidad de postulantes para las cámaras de diputados y senadores. Es un disparate por donde se le mire, pero la democracia tiene esos riesgos y está en los partidos lograr consensos que reduzcan el peligro de un Perú ingobernable.

Es un clamor nacional sobre los dirigentes políticos que depongan sus actitudes egoístas en beneficio del país. ¿De qué les vale fragmentar la representación nacional en una contienda electoral que casi siempre se define en segunda vuelta? Por supuesto que de nada, por lo que deberían descartar navegar solos cuando más les convendría consensuar estrategias y subirse a un barco mayor.

No creo, pues, que 43 personas puedan diferir tanto en sus planes de gobierno para luchar contra la inseguridad ciudadana, como tampoco en la reducción de la corrupción, la generación de empleo y la inversión pública y privada. Complementan a estos temas: la salud, la infraestructura vial, la seguridad social, la sostenibilidad ambiental, entre otros asuntos públicos comunes. ¿O tenemos tantas luminarias por descubrir? Por lo tanto, si Dios existe tendremos la tercera parte de candidatos (que ya son demasiados) en el partidor el próximo año. Muchos de los postulantes a cargos públicos carecen de ideología, como en los últimos años hemos visto en la escena nacional e internacional, por lo que su pragmatismo puede llegar a concretar intereses comunes nacionales. ¿Quién en su sano juicio va a querer más candidatos?