Fue el viernes 28 de noviembre. El Viernes Negro que se cuela poco a poco en nuestras costumbres, y que se convirtió en una montaña rusa de emociones. Superado ya , los niños de base 3 debíamos, debemos pasar la página, y como el propio don Roberto hubiera querido, volver a ser felices. Y fue tan capo el Chavo que escogió partir a las estrellas, el día que sucedía algo igual de grande en una galaxia muy, muy lejana.

No recuerdo muy bien en qué momento me hice hincha a muerte de la Guerra de las Galaxias. Rebuscando en mi memoria, el primer recuerdo que tengo es el de ir a canjear mi sable de luz a la tienda Galax que había en la avenida Pardo, en Miraflores. No eran más que linternas con un tubo de plástico blanco, y podías escoger entre la linterna azul de la Fuerza, o la linterna roja de el Lado Oscuro.

Así, dándonos de linternazos mis dos hermanos y yo en el VolskWagen de mi padre, llegamos al Monterrey que quedaba a la vuelta del mercado de Magdalena. Allí se organizaba una especie de bazar entre los niños que coleccionábamos el álbum Star Wars que promocionaba una gaseosa. Recuerdo claramente que era por el Retorno del Jedi porque todos buscábamos desesperados la foto de Jabba con la princesa Leia encadenada. Lo cual me hace pensar en qué tan chiquillo era en esos días, o si realmente me llamaba la atención el traje de la princesa prisionera, o el sapo gigante que la atormentaba. En fin, cosas de la niñez.

Y pensando en esa niñez es que espero con ilusión la entrega número siete de la saga. La Trilogía Galáctica, así era como la llamaban en Canal 2 en esas tardes de sábado en que la repetían una y otra y otra vez. La segunda trilogía fue la que nos arruinó el paso por la universidad a los de mi generación. No diré más, y jurando venganza, clamábamos todos que ojalá y se animen a hacer una tercera saga. Y ojalá que vuelvan Luke, Leia y Han Solo. Y ojalá que tengamos ya hijos que puedan cerrar ese círculo maravilloso con nosotros.

Ver en sus caras la emoción de mirar al Halcón Millenium hacer piruetas escapandode los malos. Reconocer en esos mismos ojos el brillo que teníamos nosotros hace más de 25 años cuando veíamos estallar robots, naves espaciales y planetas enteros en una pirotecnia sensacional de luces que todavía me emocionan hoy.

Caballeros oscuros, granjeros que rescatan princesas, androides que hablan y rayos láser. No podía salir nada mal para que se vuelva un clásico que nos acelera el pulso hasta hoy.

Como dato adicional, me gustaría saber si esta nueva entrega tendrá la fuerza (en minúscula, por si acaso) de usar el sistéma métrico décimal y no el imperial que siguen usando en los Estados Unidos. Ya saben, del tipo "El punto débil de la Estrella de la Muerte mide solo dos metros de ancho -2 meters wide, dice en inglés-, es un blanco pequeño".

Sería mucha suerte poder comentar esas cosas con nuestros hijos. Algo así como pasar sabiduría de generación en generación. Tan igual como mi padre amenazando con bajarnos del Volskwagen si le caía otro linternazo Jedi en la cabeza.