“Los noticieros ya parecen programas policiales”, “Veo las noticias y es pura sangre”, “Qué horror, nos asustan más”, dicen algunas personas luego de leer o ver las noticias del día y encontrarse cara a cara con la realidad de nuestros país. Sabemos que la opinión pública está muy sensibilizada, pero no vale quejarse por la difusión de estos sucesos. Los medios exponen los hechos, los muestran a cada rato, pero es una forma de denunciar y alentar a las autoridades para que actúen contra la criminalidad y se dicten sentencias que sean ejemplares y sirvan de escarmiento.

Está claro que hoy por hoy la inseguridad ciudadana es la principal preocupación de los peruanos. Según la última encuesta de Ipsos, el 62% de ciudadanos estima que el crimen y la violencia es su mayor pesadilla. Esta sensación subió 6 puntos más que el año pasado. ¿Hasta cuándo seguirá creciendo? ¿Hasta cuánto la dejarán crecer los responsables de neutralizar la delincuencia y hacer cumplir la ley?

No puede ser que el país esté sumido en una situación tan violenta que incluso evoca las épocas de terror. La pérdida de la tranquilidad y la paz de la ciudadanía se ha convertido en una realidad. El Gobierno - que según el 59% de peruanos, es ineficaz en la lucha contra la delincuencia- tiene que corregir el rumbo y poner en marcha estrategias policiales y un plan para intervenir y meter presos a extorsionadores, sicarios y todo tipo de delincuentes que asolan a la población.

Hoy por hoy el delito crece también porque nada parece estar a favor de la ley. La posibilidad de arresto es mínima y si lo hay, las probabilidades de llegar a juicio son escasas. La responsabilidad aquí es de jueces y fiscales. No en vano, el 43% de ciudadanos pide que el Poder Judicial sea más eficiente en la lucha contra la delincuencia y el 29% se lo exije a la Fiscalía.

El nuevo ministro del Interior, Víctor Torres, dijo ayer que su gestión la hará en la calle y que las “bandas criminales tienen los días contados”. Esperamos que no sea un saludo a la bandera, tal como lo hicieron todos sus antecesores. Para ello, debe potenciar la labor de la policía, que siempre llega tarde y sin mayores recursos para proteger a la ciudadanía frente a una acción criminal. Mientras tanto, los delincuentes actúan con una habilidad que desafía la lógica, asaltando y matando con armas de alto calibre capaces de perforar el acero como si fuera papel.