Estos tiempos de crisis permitió descubrir falencias y necesidades, además de desastres, sobretodo en organizaciones públicas que ilusamente pensábamos caminaban bien. Verdadero chasco y decepción para un país que iba por el sendero del cambio, pese a convivir con tanta corrupción.

Dejando de lado esta nefasta realidad es alentador informarse de hechos positivos y que no alcanzan la notoriedad por no impactar tanto como los negativos.

Cuando Iquitos sufría por la falta de oxígeno para atender a contagiados por la Covid 19, la Iglesia inició la campaña destinada a captar fondos para adquirir una planta procesadora de tan preciado producto, convertido hoy en sinónimo de vida o muerte ante el avance de la pandemia en el país.

El modelo se replicó en varias regiones y caló rápido el espíritu de solidaridad, como en Arequipa que en los últimos días junto a Huánuco, Cajamarca, Cusco y Junín mostraban imágenes desgarradoras con enfermos cargando balones para recargarlos y sobrevivir, pagando abusivos precios a los especuladores.

Destaca esa solidaridad de los privados como: Cerro Verde, Southern, Grupo Gloria y otras más en la Ciudad Blanca, Chinalco en regiones del centro, Río Blanco Cooper en Piura, Cachimayo y Antapaccay en Cusco y otros más.

Llama el caso de la comuna de Yanahuara que envío cuadrillas de obreros y vehículos a distritos como Paucarpata y Bustamante y Rivero para ayudar a superar el colapso del servicio de basura, donde sus autoridades por falta de capacidad fracasaron para enfrentar la Covid.

La guerra es de todos y la solidaridad se convierte en verdadera herramienta de esperanza y fe para salir airosos y paliar tanta noticia negativa que nos golpea durante estos 133 días de emergencia, dejando a su paso muerte, tristeza e incertidumbre.