En los últimos días, se ha evidenciado una nueva estrategia en el comportamiento del Gobierno: su mejor defensa parece ser el ataque. La reciente propuesta de la presidenta Dina Boluarte para nombrar a un nuevo contralor en reemplazo de Nelson Shack no puede pasar desapercibida. Shack, quien en tiempos recientes ha resultado incómodo para Palacio, ahora está a punto de salir del cargo.

Este episodio no es un hecho aislado. El último martes, el presidente del Consejo de Ministros arremetió contra el Fiscal de la Nación, Juan Carlos Villena, acusándolo, seguro con razón, de filtrar declaraciones de la mandataria a los medios sobre el caso Rolex.

Es más, el premier dejó entrever que el magistrado debería dimitir. En este punto, creemos que el Ejecutivo tiene razón para dudar, pues las filtraciones se han convertido en parte del paisaje, sobre todo si el investigado no es “amigo” de quienes mandan en el Ministerio Público.

Pese a todo, es necesario insistir en la necesidad de la independencia, y en que el equilibrio de poderes y la autonomía de las instituciones son pilares fundamentales para la democracia.

Cualquier intento de debilitarlas o de socavar su independencia atenta directamente contra la estabilidad y la salud del sistema democrático.