Un reciente estudio de Smarr y Schirmer reseñado por Science Digital (29/03/2018) muestra la relación directa entre las calificaciones de los estudiantes y los horarios de clase, cuando estos no coinciden con los relojes biológicos. Rastrearon los perfiles personales diarios de actividad en línea en el campus de 14,894 estudiantes universitarios durante dos años y los correlacionaron con sus resultados académicos de esos cuatro semestres entre 2014 y 2016.
Por analogía a las aves, los estudiantes tienen horarios de búhos noctámbulos, alondras matutinas y pinzones diurnos, y según su relación con el horario de clases y estudio en casa se puede predecir sus resultados educativos. Debido a que los búhos son más tardíos y las clases tienden a ser más tempranas, esta falta de coincidencia los golpea con una especie de jet lag social. Pero si las alondras y los pinzones toman clases muy tarde, también ellos sufren por esta falta de sincronización. Además de los déficits de aprendizaje, el jet lag social se relaciona con la obesidad y el consumo excesivo de alcohol y tabaco.
Concluyen que solo 40% estaba bien sincronizado y tendía a obtener mejores promedios. El 50% tomaba clases antes de estar completamente alerta, y 10% ya había alcanzado su punto máximo al comenzar sus clases.
Por lo tanto, un horario coherente con su ritmo circadiano favorece un mayor éxito académico.
Aplicado a la vida escolar, para la cual hay estudios similares, eso significa que postergar el horario de inicio del día escolar puede beneficiar al conjunto del alumnado, por el efecto positivo en los “búhos”.