Hay una notable correlación entre el número de niños diagnosticados con TDAH y la introducción de pruebas estandarizadas de desempeño en EE.UU. El 20% de los menores de 17 años tienen ese diagnóstico, el doble que hace dos décadas. El 70% está medicado.
Steve Hinshaw y Richard Scheffler en The ADHA Explosion (2014) hicieron un estudio de correlación entre el momento de introducción en cada estado de estas pruebas estandarizadas y los diagnósticos de TDAH encontrándola muy fuerte y creciente, más aún en los niños pobres.
Colegios presionados para lograr altos puntajes en las pruebas estandarizadas tienden a derivar a alumnos para ser diagnosticados con TDAH, de modo que se les pueda excluir de dar las pruebas o medicarlos para “anestesiarlos” para la prueba. Tal correlación no existe en los lugares en los que no se aplican los tests estandarizados.
En las sociedades antiguas, para cazadores, agricultores o artesanos no hacía diferencia si los niños o jóvenes eran más o menos activos. Es más, una cierta dispersión y alerta a diversos estímulos era una ventaja. Hoy que la escuela se focaliza en la atención concentrada de los niños, todos ellos son diagnosticados como “enfermos” o de tener “mala conducta”. En lugar de pensar en tener TDAH como tener sarampión, habría que pensar que los alumnos se ubican en un continuo entre estilos de poca a mucha actividad.
Salvo un pequeño porcentaje de situaciones de excepción, en lugar de drogar los cerebros de los niños para que se adapten a la escuela, es esta la que debe aprender a adaptarse a la diversidad de los cerebros infantiles.