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Los vendedores de computadoras y software educativo han adoptado la estrategia de los visitadores médicos, visitando a los directores escolares con miras a comprometerlos en compras de sus productos. También usan estrategias como contratarlos como consultores de sus productos, invitarlos con todo pagado a eventos, remunerarlos como conferencistas de sus productos, donaciones al colegio, etc.

El mercado de computación y software escolar de Estados Unidos proyecta alcanzar los $ 21,000 millones en ventas para 2020 lo que sin duda se convierte en fuente de negocios que lleva a las empresas a maximizar sus esfuerzos para conseguir las ventas influyendo en los decisores.

Para no hacerlo descaradamente utilizan los servicios de organizaciones promotoras de eventos para que sean la cara visible de la contratación, que evidentemente plantea un conflicto de intereses, particularmente en el caso de las escuelas públicas que trabajan con compras con dineros estatales. Las compañías se defienden diciendo que están pagando no para sobornar a los decisores escolares sino para obtener retroalimentación valiosa para mejorar sus productos educativos.

Todo esto, pese a que aún no hay evidencias rigurosas que indiquen que el uso de computadoras en clase mejore los resultados educativos. Es más una ilusión muy bien vendida por los organismos internacionales y empresas comerciales de que eso cerrará la brecha de desigualdad a la vez que se prepara a los estudiantes para la nueva economía (De: “Cómo planea Silicon Valley conquistar el aula”, NYT, 03/11/2017)

Otro reto para los directores.