Trujillo quiere ser la segunda ciudad del país, después de Lima, por lo que trata de desarrollar su infraestructura para compararse con su competencia directa: Arequipa. Piura, por su parte, desea sobresalir lejos de Chiclayo, que aún no se levanta de la pesadilla municipal. ¿Tienen alcaldes que valen la pena? No.

En Trujillo, por ejemplo, intentaron estafar a los ciudadanos. Su alcalde, el segundo de esta gestión apepista (el otro está prófugo) quiso engañar a la gente con la refacción de las vías, y anunció millones de soles para mejorar la infraestructura. Lo que no sabía era que las lluvias revelaron el robo: la ciudad es puro hueco.   Más incompetencia: el Ministerio de Transportes y Comunicaciones destinó millones de soles para crear ciclovías en las provincias.

Sin un plan técnico, el alcalde de Trujillo se dedicó a derrochar dinero colocando bolardos que terminaron en manos de los recicladores. Alguien debe hacerse responsable de este una lástima que Trujillo, otrora ciudad cultural y visionaria, haya caído en manos de oportunistas. Algunos se llenan la boca diciendo que son la segunda ciudad del Perú, cuando su realidad es que están más cerca del patio trasero del país. Está bien, su desarrollo no solo debe depender de sus autoridades, sino también de sus ciudadanos, que con frecuencia suelen equivocarse al elegir.