Las últimas horas, luego de una vacancia presidencial tan inevitable como legal, han revelado un enorme drama por el que atraviesa el Perú. Este país ha sido tan viciado culturalmente que hoy es más aceptable un Premier como Zeballos que uno como Flores Araoz, a quien los ataques son descomunales, como si el hombre tuviera medio año en el cargo. Ya ni digo nada del abismo curricular que hay entre ambos. Vizcarra es más defendido que Belaúnde cuando lo sacaron de palacio los militares en 1968, a pesar que el moqueguano fue vacado siguiendo todos los procedimientos constitucionales.
Algo pasó en el Perú en las últimas décadas. Cualquier autoridad que asumiera hoy o en 2021, si no es del gusto de la movida caviar y de los grandes medios, va a estar condenada a la desestabilización y al boicot. En esas condiciones, entrar a la política es inútil. Pudrieron el sistema. Lo convirtieron en un mega-mecanismo de extorsión. La democracia, como la justicia, sólo es válida si conviene a algunos.
El instrumento utilizado han sido, una vez más, confundidos jóvenes que se nutren de los medios, las redes y de una educación tomada por la izquierda, dicen odiar la corrupción, pero no quieren que se vaya un Presidente empapado de ella. Y la toman contra Merino de Lama, que no tiene un solo cargo en contra. No ven como son manipulados para seguir la ruta de las protestas chilenas. Y es que, especialmente en tiempos electorales, no faltan quienes ven la oportunidad de levantar sus alicaídas candidaturas.
Particularmente, el papel que han jugado los otrora “candidatos de los jóvenes” Verónika Mendoza y Julio Guzmán, ha sido oportunista, irresponsable, temerario y hasta criminal, alentando en los hechos a los chicos a exponer sus vidas al romper el distanciamiento social y confrontar a las fuerzas del orden. ¡Cuánta irresponsabilidad, cuánta temeridad, solo para desestabilizar un gobierno que no les es “cercano” ni “funcional”!