Con el Bicentenario a la vuelta de la esquina, conviene recordar la importancia de la Universidad en la construcción del país. La Universidad es el lugar natural de la unidad, de la formación patriótica, del diagnóstico y formulación de soluciones a los grandes problemas nacionales.

La Universidad, decía Víctor Andrés Belaunde, debe ser peruanista, porque necesita estar anclada en la realidad nacional. Por eso la peruanidad nunca es teórica, jamás es etérea, por el contrario, ha de ser funcional, realista. Belaunde decía que la peruanidad es un patriotismo funcional, porque aspira a resolver los problemas reales del país. La universidad nace hace ochocientos años para formar a la clase dirigente y para construir el bien común de los más necesitados.

La universidad debe ser peruanista. La universidad está llamada a examinar los problemas de la realidad nacional y plantear soluciones viables a dichos problemas. La universidad debe fomentar la paz social y la cohesión, la unidad por encima de las diferencias, el respeto a las instituciones, al Estado de Derecho y la construcción de una gran “utopía indicativa”, un país viable que aspire al liderazgo continental.

Fijar metas altas para la generación del bicentenario es tarea de la universidad peruanista, resaltando que el conocimiento solo puede alcanzarse en un entorno de libertad. Hablamos, por supuesto, de libertad de pensamiento, de libertad de cátedra, de libertad de conciencia y de autonomía estructural.

Todo lo que nos desuna debe ser combatido con la verdad, en buena lid. La Universidad no ha nacido para desunir al país. Por el contrario, es el arca de la Peruanidad. He allí la auténtica misión de la universidad del bicentenario.