Donald Trump dejó a Estados Unidos peleado con la Organización Mundial de la Salud (OMS) al acusarla de estar bajo el control de China en el tema del coronavirus. Y, ahí, muchos analistas de todo el mundo encuentran cierta falta de carácter en el director general Tedros Adhanom para haberlo mandado al diablo. Ahorita, el expresidente descansa a pierna suelta en Florida, aunque sin terminar de digerir la derrota frente a Joe Biden.
En todo caso, Adhanom Ghebreyesus empieza a honrar su cargo con mayor ímpetu y lo que acaba de anunciar suena a música celestial, sobre todo para países como el nuestro que andan rezagados en conseguir el fármaco. Si guardamos las vacunas para nosotros, y si no las compartimos, “habrá tres problemas principales”: un fracaso moral catastrófico, una pandemia más agresiva y una economía caminando en muletas.
El jefe de la OMS, apuntalando aún más su preocupación (no olvidemos que es biólogo con formación en inmunología de enfermedades infecciosas), desdeñó el nacionalismo imperante en el reparto de las vacunas bajo el certero argumento de que el mundo de hoy “es una aldea global” y que, hasta que no se inmunice aquí y allá y se contenga la pandemia, “nadie estará seguro”.
A los peruanos, en estos días de tensa espera y de confinamiento a regañadientes, nos cae de perilla el lugar común colonés: “Et hätt noch immer jot jejange”. La connotación en otro lenguaje es que, al final, todo saldrá chévere. Y la moraleja implica que, aún en tiempos difíciles, hay campo para la confianza y, finalmente, ver la luz al final del túnel. Nuestras autoridades merecen una inyección en las uñas, pero de eso ya hemos hablado bastante.