En varias oportunidades he escuchado a líderes de opinión señalar que el covid-19 es un “virus democrático”, pues cualquiera puede contagiarse de él. Si bien es cierto que es un virus que ha afectado globalmente a personas muy distintas, esa afirmación está muy lejos de ser cierta. El virus no afecta a todos por igual, lo hace con mucho mayor gravedad a las personas vulnerables.
Desde el punto de vista científico, queda claro, por ejemplo, que los adultos mayores son el principal grupo de riesgo frente a esta pandemia, así como personas que tengan determinadas afecciones médicas preexistentes. En ambos casos el porcentaje de mortalidad frente a la enfermedad crece considerablemente y se aleja del promedio.
Pero, además, hay que tomar en cuenta cómo el virus está afectando a los más vulnerables desde otros puntos de vista, más allá de la enfermedad en sí. Por ejemploí, las personas que dependen de un ingreso diario o semanal se encuentran en una situación económica muy precaria, que los pone a ellos y sus familias en mayor riesgo. También son más vulnerables las personas con discapacidad, la población indígena amazónica, las mujeres trans. Porque la exclusión y discriminación que sufren a diario es particularmente crue en un contexto de pandemia, y pone aún en mayor riesgo sus vidas.
Es importante tener estas diferencias en cuenta y dejar de lado la idea de un “virus democrático”. Solo siendo plenamente conscientes del impacto desigual y de la mayor vulnerabilidad de determinados grupos de nuestra sociedad es que podremos tener una respuesta
adecuada a través de acciones y políticas públicas que piensen en todos.