Lo que el gobierno de Humala ha hecho con Julia Príncipe equivale a cerrar el círculo de su historia demencial. Nada de lo hecho por los nacionalistas perdurará en el tiempo por el simple hecho de que toda su acción política tiene el signo de lo contingente. Los Humala, que nacieron a la vida pública sosteniendo que iban a convertirse en los campeones de la moral, se hunden en el escarnio al transformar a sus ministros en sicarios que cabalgan la moto del Estado con el único fin de liquidar a la oposición. Este es el fin del humalismo y, al igual que su comienzo, es un momento sin poesía, sin acción y sin gloria. El futuro de los Humala es tan insípido como su pasado.

Y esto se debe a que el humalismo repite los peores momentos de la democracia al intentar inutilizar a sus oponentes mediante la más torpe difamación. Ahora bien, si el Gobierno ha institucionalizado la torpeza política hasta convertirla en el lema de su casa, los garantes, el club de la comedia de progresistas y sacha liberales que juraron en San Marcos, arden en deseos de perpetrar el mismo error. Los garantes de San Marcos están dispuestos a intervenir en las elecciones presentándose nuevamente como “la conciencia nacional”, con el agravante de que esta vez cargan sobre sus espaldas el gran error de su apuesta pasada. Gracias a ellos tuvimos que soportar el lustro perdido de Nadine y sus secuaces.

Hay que tener mucho cuidado con los sepulcros blanqueados que se presentan como campeones de la decencia y pretenden dictarnos códigos de moral y civismo. Los que lavan la bandera tienen un pasado político que los acusa directamente. Humala fue su creación, el “garantizado”, el presidente que ellos eligieron. De allí que es fundamental denunciar la doble moral que identifica a los garantes. Cuando el hámster con metralleta Arbizu disparaba desde el puesto de procurador, el humalismo no dijo nada. Pero si Julia Príncipe amenaza a la reina, su cabeza rueda y los ministros-sicarios se inmolan. Garantes, no pretendan volver al futuro a repetir los mismos argumentos que nos hundieron en el error.