Un valiente regidor tiene varias denuncias de violencia doméstica presentadas por su mujer y una ex. Además, el Perú entero vio el video donde maltrata a una suboficial de la Policía. Otro valiente, esta vez un padre de la patria, tendría una hija no reconocida engendrada en su juventud. En su momento se habría negado a reconocerla y habría intentado hacerlo cuando inició su carrera política. Tenemos un expresidente que negó a una hija, habría pagado testigos para que acrediten que su madre era "de malvivir" y hasta tuvo una reunión con el presidente de la Corte Suprema para "controlar" el tema. Por Palacio circula un asesor presidencial que tiene tres procesos judiciales de alimentos iniciados por las madres de sus tres hijos, quien parecería hacer buen uso de sus influencias para que los benévolos jueces le reduzcan la mísera pensión a la que está obligado.

Todos los mencionados son actores políticos, responsables de diseñar y ejecutar políticas públicas en un país donde la discriminación contra la mujer y la violencia de género están entre los mayores problemas de políticas públicas.

Sin embargo, ellos son defendidos ardorosamente por mujeres. Lourdes Flores sostiene que las denuncias contra Chicote-Boy "no eran suficientes para descalificar a un político que tenía mucho que aportar". Una vanidosa periodista venida a menos hizo suya la defensa del primero y ahora de la del padre de la patria que no quiso, cuando debió, ser padre de una hija. Mientras el asesor presidencial es protegido por la primera dama, quien pasea por el mundo con una agenda de género. La sociedad peruana le echa la culpa a la mujer porque eligió mal, porque lo permite, porque es muñeca brava, porque le sacó un hijo a propósito, porque es corrupta. Quedarnos callados sosteniendo que son temas personales nos hace cómplices.