Por varios años, Eloy se dedica a buscar a las personas que se pierden en Arequipa. (Foto: GEC)
Por varios años, Eloy se dedica a buscar a las personas que se pierden en Arequipa. (Foto: GEC)

Eloy Cacya, conocido como “El ángel de los desaparecidos”, es un destacado rescatista que ha devuelto la esperanza y sosiego a más de una familia en la región de Arequipa. Si bien es reconocido por buscar y encontrar el cuerpo del joven Ciro Castillo Rojo, en octubre del 2011 en el Cañón del Colca (Caylloma); antes y después de aquel hecho fue el socorrista de decenas de personas perdidas.

Su vocación de rescatista de montaña ha hecho que ponga dinero de su propio bolsillo para ir y regresar con éxito de muchos sé estos trabajos de búsqueda.


Vocación del servicio

A pocos días de celebrar el Día del Padre, Eloy sabe que su rol de papá se refleja en la labor de servir y ayudar a las personas que más lo necesitan.

“Personas muy humildes vienen a pedir mi ayuda y no puedo decirles no. Mis hijos y mi esposa saben que lo que hago es por servir, por ayudar. Me comprenden y he podido comprobar que ese valor de apoyo también lo aplican en la comunidad”, comenta.

Un trabajo sacrificado. Eloy tiene cinco hijos junto a su esposa Reina: Flor, Reina, Leandra, Eloy y Vivian. Todos fueron aprendiendo en el camino en que consistía el arriesgado trabajo de su padre. Es que Eloy puede demorar semanas internado entre agrestes cerros, sin comunicación y a merced de animales; buscando a un desparecido.

Esta labor demandante lo obligó a sacrificar los primeros años de sus dos primeras hijas. “A los pocos días de que nació Flor tuvo que ir a Huaraz dos meses. No estuve en el momento en que más me necesitaban mis hijas mayores. Llevo eso en la conciencia y me prometí no repetirlo con mis otros tres hijos”, expresa afligido Eloy.


Faceta del padre

Como padre de cuatro hijas, Eloy se siente identificado con el clásico tema de Lucho Barrios, Mi niña bonita. “Es mi niña bonita.  Cuando la llegue a querer”. El cariño y admiración por sus primogénitas se hizo más grande cuando nació su hijo, Eloy Ismael.

Comenta que un día normal en la vida de familia es hacer los quehaceres de la casa. Los fines de semana o en fechas especiales, suelen hacer caminatas, jugar y disfrutar al máximo aquellos primeros años de familia en los que no estuvo.

Entre las anécdotas más bellas que recuerda está la de compartir su pasión por escalar y caminar con sus hijos, a quienes llevó hasta los 5 mil metros sobre el nivel del mar.

El ambiente cálido y ameno cambia cuando recibe una llamada de trabajo para buscar a un perdido. Comunica la noticia en casa y siempre se encomienda a Dios y agradece a la tierra, para que pueda regresar como se va, con buena salud.


Esperanza en medio de la tragedia

Durante la búsqueda, por la cabeza de Eloy pasa siempre la premisa “¿y si fuera alguien de mi familia”.  En los varios casos  que asumió, el rescatista encuentra que las familias tienen diversos problemas juntos: el perdido, no sabe dónde acudir y la falta de recursos económicos. “He visto la desesperación en el rostro de los padres, el llanto de madres”, recuerda.

Por eso, nunca tira la toalla cuando de buscar a una persona se trata.

Eloy no tiene la ambición que sus hijas e hijo sigan sus pasos, comprende que es un camino de vocación. Lo que más lo motiva es que cada uno en su familia también practique con corazón y determinación sus habilidades.

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