¿Cual es el secreto de la longevidad en Los Andes peruanos?
¿Cual es el secreto de la longevidad en Los Andes peruanos?

En abril pasado, la huancavelicana Filomena Taipe Mendoza, considerada la mujer más longeva del Perú, falleció a sus 117 años.

Como ella, Bernardino Vegró, pasó largamente los cien años. De este personaje, también natural de Huancavelica, se sabe que dejó este mundo a los 120 años de edad, allá por el año 1971, según consta en los archivos del diario Correo de ese año.

Aunque vivieron en lugares diferentes, no dejan de tener parentesco por su avanzada edad.

En ambos casos, la alimentación jugó un papel muy importante. El consumo de productos naturales y de la zona, prolongaron la vida de Filomena y Bernardino, muy por encima del promedio nacional.

Poco antes de partir al más allá, la centenaria mujer manifestó que se mantenía ingiriendo leche, carne de cabra y carnero, haba, maíz, mashua, oca, papa, queso, entre otros productos de origen andino, descartando enlatados y aguas gasificadas.

Por su parte, su contraparte relató que se sostenía comiendo todo y en abundancia, sin libar demasiado. Aunque sí confesó que fumaba en demasía y hasta tres cajetillas diarias.

El lamentable costo de vivir mucho es que ves morir a tus hijos y a tu pareja. Así pasó con ambos personajes. En el caso de Filomena, tuvo nueve vástagos, de los cuales murieron ocho y el que vive padece de achaques propios de sus 76 años.

NACIÓ EL SIGLO XIX. Que su esposo la haya dejado a la mitad de su existencia no bastó para restarle años. A pesar del inmenso dolor que le causó la partida de su cónyuge, se repuso y siguió para adelante criando a su prole. Sin embargo, cuando fueron creciendo tuvieron que dejarla.

Su simpatía y ejemplo la convirtieron en una mujer querida en el pueblo, al punto que los vecinos de su natal Pucuto, en el distrito de Acoria, la visitaban diariamente para ayudarla en los quehaceres y la alimentación.

Valerio Bendezú Taipe, es el hijo sobreviviente que vela por ella, gracias a él, fue registrada oficialmente ante el Registro Nacional de Identidad y Estado Civil (Reniec) y al programa social Pensión 65.

Su muerte llegó cuando menos lo imaginaban. Un edema encefálico y pulmonar, posiblemente devenida de una causa natural, segó sus días.

Aunque no había recursos para el féretro, el Seguro Integral de Salud (SIS), al que estuvo afiliada no hace mucho, le gestionó uno para que pueda ser enterrada con dignidad.

El día del sepelio la despidió una multitud, compuesta por autoridades, amigos, familiares y un pueblo triste que guardará por siempre su legado.

Valerio recordó que su madre lo educó imprimiendo mucha firmeza y que lo castigó varias veces para corregirlo.

EN UN ASILO DE LIMA. A diferencia de Filomena, Bernardino no murió en la tierra que lo vio nacer, sino en Lima, adonde fue trasladado cuando tenía 117 años. Fue llevado al asilo de ancianos desamparados San Vicente de Paúl y en junio de 1971, coincidiendo con el Día del Padre, recibió la visita de sus nietos, bisnietos y tataranietos, a quienes ya no conocía.

Este roblizo anciano tuvo trece hijos y cuando le tocó dejar este mundo ninguno lo acompañó porque le adelantaron el camino al más allá.

Salvo el archivo periodístico antes señalado, no existe una fuente oficial del lugar y la fecha de nacimiento exacta de este anciano.

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