A Alberto Díaz le hubiera gustado que de niño sus padres le incentivaran al arte. Y jamás se imaginó que tras las rejas de un penal, aprendería su verdadera vocación, la cerámica.

Ahora luego de tres años de amasar y darle forma a miles de hermosos objetos, se considera un maestro, cuando salga de la cárcel tiene previsto formar una escuela, ya que tiene mucho por enseñar y sus primeros alumnos serán sus hijos.

CAMBIO. El trabajo contribuye al cambio real de muchos presos. Es evidente que allí nacen los verdaderos artistas, quienes al margen de haber cometido algún delito, expresan una actitud positiva. Sus obras no tienen que envidiar a las mejores escuelas.

Los hombres laboriosos trabajan en talleres de carpintería, cerámica, talqueados de fustanes huancas, confecciones textiles, zapatería, entre otros.

Son muchos años de aprendizaje y práctica, lo cual permitió que puedan conformar una empresa "Made in penal", dicen sonrientes algunos internos.

Empero, como toda buena fábrica, necesitan un mercado. Hace años, vendieron hasta carpetas al sector Educación y a los municipios, y este año esperan ser sus potenciales proveedores.

En el penal de Huancayo, habitan 1550 internos, el 60% se dedica a trabajar en 10 talleres o estudian. "La necesidad de trabajo es creciente, y no podemos negarles participar en los talleres, pero necesitan mercados para sus productos", afirmó el jefe de talleres, Juan Rodríguez Capacyachi.