Perú atraviesa una profunda crisis sanitaria, económica y política. Una crisis a la que el sistema político tradicional, la mayoría centralizado en Lima, no ha podido dar respuesta. Todo esto acompañado de una tormenta de intereses partidarios que acabaron en el enfrentamiento Ejecutivo-Legislativo del pasado noviembre, y que hace que el país haya estrenado cuatro presidentes en cuatro años.
Debemos reconocer que desde los partidos hemos asistido sin capacidad de respuesta a todos estos acontecimientos: al deterioro de nuestra vida institucional y a la polarización extrema de nuestra sociedad. Tampoco hemos podido dar respuesta a la mayor crisis económica del Perú de los últimos 30 años, ni ser capaces de prever y gestionar el colapso de nuestro sistema sanitario.
Y mientras todo esto sucedía, y sucede, no hemos sido capaces como sociedad de dar respuesta a lo más importante: ofrecer a la población más vulnerable las medidas mínimas de prevención para afrontar la pandemia, y para solucionar sus graves problemas de abastecimiento de agua, mantenimiento del acceso a la educación, cobijarse bajo un techo digno. Esta crisis ha desnudado que un país que venía creciendo de manera ininterrumpida desde hacía décadas, un país solvente, atractivo para el turismo, pujante, escondía instituciones débiles, y una política sanitaria resquebrajada. Que la escondía o que quizás las autoridades de turno jamás quisieron ver y ponerse a trabajar en una solución.
Cuando la pandemia cese, cuando la economía se empiece a reactivar, cuando nuestros hospitales liberen sus UCI, tenemos dos opciones. Una, la de recuperar lo que teníamos, o creíamos tener, volver a esas viejas estructuras que se han mostrado incapaces de afrontar las crisis, y que ha desnudado una realidad de pobreza, desigualdad, servicios públicos ineficientes y corrupción. O tenemos otra opción. Elegir un cambio con rumbo, en el que mantengamos aquello que nos ha hecho grande como pueblo, la cultura que nos ha hecho orgullosos de nuestras raíces, nuestra forma de trabajar, de ser resistentes ante las adversidades, pero reformando todo aquello que, aun creciendo económicamente, no nos ha permitido un desarrollo social, político y económico que nos posibilite estar en la liga de los países más desarrollados.
Debemos tener un proyecto común, compartido, un proyecto de nación en este bicentenario. Pero un proyecto nuevo, que no puede anclarse en las nostalgias del pasado, queriendo en 2021 volver a repetir los errores de quienes en nombre del orden dinamitaron nuestras instituciones. Un proyecto nuevo, pero que no puede caer en manos de improvisados, de marionetas del poder tradicional. Un proyecto nuevo, pero no que busque instalar en el Perú los modelos social-comunistas que para algunos países vecinos significan hambre y miseria.
Estamos comprometidos a cambiar este país. Un cambio sensato, un cambio inclusivo, un cambio con rumbo. Llevamos décadas y décadas creciendo económicamente, pero ese crecimiento de las grandes cifras no ha significado una mejora en los servicios de educación y salud para muchos peruanos. El crecimiento económico no sirve si no hay justicia social. Seguimos con grandes masas de población en ámbitos rurales que no tienen acceso a agua potable, a atención primaria en salud o a conectividad a internet en los colegios. ¿Es este el país que queremos que nuestros hijos y nietos hereden?
Lo que nos transmiten nuestros hermanos y hermanas cuando recorremos todas y cada una de las comunidades que hemos visitado, es que necesitan un cambio con rumbo: para convertir la estabilidad económica en mejores ingresos; para transformar en realidades los impulsos al esfuerzo que realizan las mujeres y los hombres al frente de micro, pequeñas y medianas empresas; para combatir la desigualdad y la pobreza; para garantizar una educación y salud de calidad, y una vivienda digna; para mejorar y ofrecer oportunidades a nuestros pobladores en los conos de las grandes ciudades del país, y para hacer justicia a los campesinos que nos alimentan todos los días y de los cuáles nos hemos olvidado; para un desarrollo regional que dote de mayor poder político y financiero a las regiones, pero también a los municipios; para fomentar nuestra educación técnica y generar la infraestructura necesaria para la capacitación de todos los jóvenes peruanos, para mejorar la vida de nuestros conciudadanos.
Sólo de nuestro compromiso como sociedad, de nuestro compromiso como candidatos a la Presidencia de nuestro país, de nuestro compromiso como peruanos y peruanas, seremos capaces de hacer que este Bicentenario no sea una simple fecha festiva y se convierta en el punto de inicio de una gran transformación de nuestro país. Que ni la pandemia ni la crisis económica sean excusa para permitir que nadie, ni un solo peruano, se quede atrás.
TRIBUNA ELECTORAL
Durante la campaña electoral, Correo destinará los domingos una página a cada uno de los candidatos presidenciales para que hagan una exposición de sus principales propuestas de gobierno.