Clamor por alimentos y atención médica en Cajamarquilla
Clamor por alimentos y atención médica en Cajamarquilla

A una semana de las inundaciones en Cajamarquilla, Las Magnolias, la Asociación Granja Elayo en la margen derecha del río Rímac, jurisdicción de la Municipalidad de , cientos de familias claman por alimentos, atención médica y carpas para guarecerse.

Correo hizo un recorrido ayer por esta castigada zona. La presencia de numerosos niños es abrumadora.

En cuclillas, la pequeña Maité de dos años observa con curiosidad el cauce que dejó un en la calle San Miguel de los Huertos de Cajamarquilla, donde vive junto a sus jóvenes padres.

A unos metros de ella, tres niños, sentados en unas piedras, desayunan rodeados de desmonte y basura; otros pequeños juegan. Mía y Liliana, de seis meses, sonríen con las caritas con sarpullido debido al calor y la falta de agua para el aseo.

CARENCIAS. El desolador escenario es similar en el asentamiento humano Las Magnolias y la asociación Granja Elayo. Unas cien familias quedaron en las calles.

Las moscas y mosquitos proliferan en el área. El huaico rompió tuberías de desagüe y sepultó animales que ahora se descomponen. Los vecinos ruegan el arribo de maquinaria para remover los escombros.

Natalia Pinto Gómez, a paso lento y con bastón en mano, debe caminar hacia la fila que hacen niños, jóvenes y adultos para recibir las pocas donaciones que llegan.

Cuando un carro lleno de víveres y ropa se detiene, todos corren y claman ayuda.

“Necesitamos pañales, leche, alimentos y, sobre todo, agua. No vienen médicos a ver a niños y ancianos. Muchos no quieren comer y están enfermos”, se queja la señora Norma Bendezú.

Rosa Iyescas aún llora al ver lo que queda de su vivienda. Su sala y comedor fueron sepultados y lo que queda de los dormitorios está inundado.

“Ya no tengo fuerzas. A veces me doy ánimos al pensar en que por lo menos estamos vivos, pero la tristeza vuelve al recordar que en la noche dormiremos en algún espacio de tierra seca. Solo pido colchones y una cocina”, señala.

Desde la parte alta de su casa, Edith Barrera mira lo que queda de su pueblo Granja Elayo. Solo los techos de algunas casas logran distinguirse del lodo que las sepultó.

Las lágrimas caen sobre su mejilla al ver cómo un grupo de voluntarios intenta desenterrar su mototaxi, herramienta de trabajo que le permite sostener a su familia.

“Tenemos miedo de que venga otro huaico, pero mucho más miedo de que nos dejen abandonados”, dice conmocionada.

CARRETERA CORTADA. El río Rímac cortó otra vez el cordón umbilical que une la capital peruana con la sierra y selva central, su despensa de alimentos.

A las 2 de la madrugada del jueves, el Rímac invadió unos 300 metros de la Carretera Central a la altura del kilómetro 43, localidad de Cupiche, distrito de Ricardo Palma, provincia de Huarochirí. A pocos kilómetros de Chosica.

El Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) dispuso, en consecuencia, el cierre de la vía entre los kilómetros 41 al 45 para facilitar las tareas de reparación. El aislamiento, por fortuna, es parcial y transitorio.

Los perjuicios, sin embargo, son grandes en términos de viviendas, restaurantes campestres, un grifo y otros negocios arrasados, así como la suspensión del tránsito de viajeros y la interrupción del movimiento comercial e industrial.

Se reporta que hay cientos de viajeros que partieron de Lima la noche del miércoles hacia la región central del país y quedaron varados por la rotura de la vía en la madrugada.

El Ministerio de Transportes y Comunicaciones movilizó bulldozers, cargadores frontales, excavadoras con ruedas orugadas. También aportó maquinaria pesada el concesionario del IIRSA centro tramo 2.

Los trabajos iniciaron en la madrugada, se prolongaron durante la mañana, la tarde y noche de ayer.

Para paliar algo el tránsito de carga y pasajeros, se dispuso la habilitación de una trocha carrozable que bordea la vía férrea.

Una larga fila de vehículos pesados se encontraba varado desde el kilómetro 25 (puente California-Chaclacayo) en espera de la reapertura.

PELIGRO SANITARIO. Los damnificados se enfrentan ahora a varias enfermedades que emergen del polvo y las aguas estancadas.

En Lambayeque hay 26 casos de leptospirosis. Es una enfermedad viral que se transmite por el contacto con aguas y tierra contaminadas y falta de implementos de protección, como botas y guantes.

Las inundaciones han convertido el agua estancada en un foco infeccioso y criadero del mosquito aedes aegypti, transmisor del dengue. Solo en Ica ya se han detectado 210 casos.

En Piura hay 1055 casos de dengue. Semanalmente, en esa región el Ministerio de Salud reporta 1900 casos de enfermedades diarreicas.

Con respecto de años anteriores, las enfermedades respiratorias y gastrointestinales han crecido en Tumbes en un 50%.

“El dormir a la intemperie en zonas afectadas por huaicos pone en riesgo que las personas sufran alergias nasales por el polvo y enfermedades de la piel por la presencia de desperdicios. Estas enfermedades aumentan en más del 60%”, alertó Ronny Palomino, director del centro de Investigación de Alergias.

La conjuntivitis (20%), el salpullido (40), las enfermedades respiratorias, diarreicas (30) y cutáneas (10) son las que aquejan a los afectados por lluvia en Lima, según fuentes oficiales.

Evangelina. Heroína recupera sus animales

Evangelina Chamorro, la mujer heroica que derrotó a una avalancha de lodo, recuperó a Panchita, una cerda preñada que también fue arrastrada por el huaico. “Mi esposa Evangelina estaba muy triste porque pensó que había perdido a esta chancha que está preñada. Ahora se pondrá muy contenta “, dijo Armando Rivera, esposo de Evangelina. Rivera también sobrevivió milagrosamente.

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