Han pasado 32 años desde la captura de Abimael Guzmán (a) “presidente Gonzalo”, uno de los terroristas más sanguinarios de la historia de la humanidad, y por el que Perú vivió una verdadera época de terror a principios de los 80 y mediados de los 90, que concluyó con la vida de al menos 60 mil peruanos, entre civiles y militares.
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A un día de la muerte de Alberto Fujimori, no pocos analistas políticos consideran que este fue el principal legado del expresidente.
Fue el 12 de setiembre de 1992, cuando meses de preparación, seguimiento y esfuerzo sobrehumano, terminaron en la llamada “Captura del Siglo”. Aquel día, en medio de la adrenalina propia de tremenda operación policial, el hoy general PNP Julio Becerra, fue quien a sus cortos 23 años ingresó solo a la habitación de Abimael Guzmán. Logró reducirlo, y mientras le apuntaba a la cabeza con su Smith & Wesson calibre 38 Especial, le decía: “Quieto carajo, o te mato”. El resto es historia.
El general Becerra hoy es jefe de la Macroregión Policial Cusco y está al mando de 5 mil policías en la región Cusco, su tierra natal, y mientras le preguntamos los detalles de aquella exitosa operación del ya extinto Grupo Especial de Inteligencia (GEIN), no oculta su emoción y nostalgia. “El GEIN me dio una carrera, me hizo conocer lo que es el honor, e incluso lo que es el amor”, cita solemnemente.
LOS PREPARATIVOS
El operativo “Victoria” inició meses antes de la captura de Abimael Guzmán. El GEIN, al mando de los entonces mayores Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro, usaron a sus mejores hombres para el golpe, ya que todo indicaba que el cabecilla de Sendero Luminoso estaba alojado y resguardado en una casa de Surquillo en Lima, la cual bautizaron como “el Castillo”.
Para llegar a “el Castillo” se necesitaba de lo mejor de lo mejor, como comúnmente se habla en el argot militar y policial. Es así que la jefatura escogió a los mejores de los 82 hombres y mujeres que conformaban su grupo de operaciones, quienes fueron altamente entrenados y provistos de tecnología que no se había utilizado en Perú antes, todo a fin de dar captura a la cúpula que manejaba Sendero Luminoso en ese entonces.
El general Becerra recuerda aquellos años con fruición. Cuenta que siendo alférez de la Policía se presentó a un llamamiento para un grupo especial que nacía en la institución. Él no sabía con exactitud a lo que se enfrentaría, pero tenía la certeza de querer combatir el terrorismo que desangraba al país en esos momentos.
“Yo llego a la entrevista (para formar parte del GEIN), y todos los postulantes eran de Lima, no había gente de provincia, así que por mi manera de hablar, incluso por mi fisonomía, fui elegido casi de inmediato entre los candidatos, ya que la fuerza especial necesitaba personal que pueda cubrir todos los flancos y desde todas las posiciones; así como había gringuitos y criollitos, también necesitaban de un cholo fuerte como yo (risas)”.
Para obtener información de primera mano, los agentes del GEIN se mimetizaron de todo tipo de personajes. Había recolectores de basura, que luego esculcaban los desechos de la casa en busca de pruebas, estaban los que hacían de mercachifles y ambulantes, que tocaban la puerta del domicilio y comprobaban si había gente o no, e incluso estaban los músicos ambulantes. A Becerra le tocó interpretar a uno de estos últimos, y charango en mano recorría Surquillo recogiendo todo tipo de información valiosa, aunque en la práctica no tocaba ni una nota en su instrumento asignado.
EL ‘DÍA D’
La captura del jefe senderista estaba planeada para el 15 de setiembre de 1992, fecha que coincidía con un aniversario más de la ya extinta Policía de Investigación del Perú (PIP), pero las pruebas que obtuvieron los agentes encubiertos, como medicamentos de uso exclusivo de Abimael y ropa extragrande de su talla, además de una breve visualización del individuo unos días antes, hacían que todas las fichas cuadren y que se tome la decisión de no perder más tiempo y concluir el operativo con el ingreso y captura del terrorista.
Ese 12 de setiembre la Policía estaba resuelta. Desde temprano se designaron los puestos y labores a realizar. A Julio Becerra “Ardilla” y su pareja de operaciones, Cecilia Garzón, “Gaviota”, les tocó una de las labores más complicadas: Establecerse a escasos metros de la casa en cuestión, en una tienda de abarrotes, y fingir que tomaban unas cervezas hasta que les dieran la indicación de ingresar al domicilio y capturar al “Cachetón”.
El cusqueño cuenta que las cosas se le complicaron desde un principio, pero que pudo resolver. Al llegar a la bodega se dio con la sorpresa de que no había cerveza, y debía improvisar. Entonces pidió una Coca Cola y unos snacks, los mismos que él y “Gaviota” consumieron con exagerada parsimonia durante el lapso de dos horas. “Unas cervezas las puedes consumir en bastante tiempo, pero una gaseosa se va al toque. Estábamos nerviosos pero resueltos, con una Coca Cola en una mano, y con la otra lista para sacar nuestros revólveres ni bien se dé la indicación”, cuenta.
La pareja seguía con su rol cuando de pronto la puerta de “el Castillo” se abre y de ella salen Carlos Incháustegui “Lolo” y Maritza Garrido Lecca “Lola”, dueños de la casa donde se escondía Abimael y sus ocasionales anfitriones. “¡Luz verde, procedan, repito, procedan!”, se escuchó por la radio de comunicación que tenían los agentes y entonces corren hacia la puerta de ingreso. “Ardilla” pelea con “Lolo” para que no le cierre la puerta y “Gaviota” hace lo propio con “Lola”. Fueron segundos de férrea resistencia, que finalmente acabaron cuando “Gaviota” sacó su arma de reglamento e hizo un disparo al aire. Esto dejó petrificados a “Lolo” y “Lola” y comenzó a reducirlos, mientras tanto su compañero subía raudamente las gradas hacia el segundo piso de la casa, donde habían identificado que estaba la oficina de Guzmán.
“Yo solo tenía que cuidar que la puerta no se cierre y mantenerla así para que entre el grupo de choque, pero me ganó la adrenalina y me metí hasta adentro, entonces rompo una puerta de tripley que separaba un cuarto, ingreso y lo veo a él (Abimael). Estaba sentado en su escritorio, rodeado por muchos libros y le apunto a la cabeza, y entonces él se vio perdido y solamente me dijo ‘tranquilo muchacho, ya perdí´, luego llegaron los refuerzos y la tarea estaba cumplida”, acota el hoy general de la Policía.
CELEBRACIÓN CON BODA
Lo que sigue a continuación es historia. A la noticia de la captura del cabecilla de Sendero Luminoso, se dejaban ver imágenes de la gente abrazándose en las calles. Los medios enloquecían y los policías partícipes de la operación ‘Victoria’ eran calificados de héroes. La gente exigía que se les haga entrega del millón de dólares que el Gobierno había prometido a quien atrape a Guzmán, y así tuvo que ser, pero con exagerados recortes que hicieron que a Julio Becerra le toquen nada más que 200 dólares de todo ese premio, cosa que el hoy general recuerda más como una anécdota.
“Nosotros arriesgamos nuestra vida por convicción, para acabar con la lacra que ese momento mataba a nuestros hijos y a nuestros padres, sabemos que nuestra vida estuvo en riesgo muchas veces, incluso el mismo día del operativo, cuando sentíamos que nos flaqueaban las piernas y que en cualquier momento nos podían ‘meter bomba’ nos decíamos a nosotros mismos: “fuerza carajo, fuerza”, y finalmente sí la obtuvimos y nos tocó ganar”.
Luego del exitoso operativo la pareja decidió darse el sí y seis meses después de “Victoria” ya estaban en el altar, en una pequeña iglesia de Miraflores.
¿El principal legado de Fujimori?
La senderista Maritza Garrido Lecca era la encargada de esconder en su casa de Surquillo a Guzmán, junto a un grupo de mujeres, entre ellas Elena Yparraguirre, pareja del criminal. Todos fueron a parar a la cárcel. Garrido Lecca salió en libertad en 2017.
•Guzmán fue presentado al mundo en el patio de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote) con un traje a rayas y con el número 1509 en el pecho, en homenaje al día de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), que es el 15 de setiembre.