A pocas horas de haberse prorrogado indefinidamente el año escolar presencial, Correo dialogó con el profesor y experto en educación León Trahtemberg. Aquí sus palabras.
Algunos colegios han adoptado el uso de clases virtuales para que no se pierda el año escolar. ¿Cómo evalúa esta situación?
Toda innovación pasa por una curva de aprendizaje, que arranca con el shock inicial de la confusión por el cambio de las reglas de juego al migrar de la presencial a la virtual, sin saber bien cómo y por cuánto tiempo, seguido por ensayo y error al escoger tecnología, contenidos y modelo educativo. Luego viene la etapa de pulido y ajuste para llegar a un primer nivel de madurez en el que profesores ya están cómodos con el trabajo, los alumnos pueden asumirlo y los padres lo entienden. Siempre los padres llegarán una o dos semanas más tarde a entender lo que diseñó el colegio, porque muchos se quedan atrapados en las dificultades anteriores a las correcciones que se van haciendo. Dependiendo de cuándo empezó cada colegio, estarán en alguna de las etapas que mencioné.
¿Cree que esta estrategia en el sector Educación servirá para salvar el año escolar?
El año escolar no está en riesgo. ¿Alguien en su sano juicio podría sostener que los profesores y alumnos no están haciendo nada y no van a hacer nada hasta fin de año? El tema es cómo se define el año escolar. Si uno lo imagina como un número de horas presenciales irreductibles, podrían sostener que en la educación pública no hubo ninguna clase ni la habrá hasta fin de año y en la privada solo dos o tres semanas.
Muchos pueden pensar así...
La educación básica es continua. Arranca a los 3 años y termina a los 17 en 5to de secundaria. La forma cómo se plantea, qué competencias y de qué manera se abordarán las áreas en cada grado es arbitraria. Cada país lo hace de otra manera. No veo ninguna razón para que en el Perú se considere que los aprendizajes logrados en el 2020 corresponden al grado en curso y que en los años siguientes se agregará aquello que pudiera haber quedado pendiente.
En este contexto por el COVID-19, ¿cuáles serían las limitaciones y complicaciones que tendrían los alumnos de distintos grados en torno al aprendizaje a distancia?
Yo no haría comparaciones entre las clases a distancia y las presenciales, porque las presenciales no son una opción. No existen. No son posibles. Entonces, lo que hay que preguntarse es en el contexto actual, con las opciones actuales, ¿cómo logramos que los estudiantes no interrumpan su continuidad de aprendizajes escolares y cultiven las competencias previstas para el grado? La respuesta a eso es lo que debe convertirse en la aspiración de la comunidad. Tomemos nota que todas las competencias que están en el currículo escolar se desarrollan a lo largo de los años, y no en grados aislados. Las del 2020 continúan las del 2019 y a su vez serán continuadas en el 2021. Es un tema de formulación arbitraria de lo que corresponde a cada grado dentro de la enorme flexibilidad que hay para hacerlo.
¿Perder el año podría ser una opción?
Por ningún lado, ya lo expliqué. Perder el año sería un insulto a profesores y alumnos que trabajan duramente en la modalidad atípica que les ha tocado en un año escolar atípico. Sería desconocer además las enormes ganancias de los aprendizajes vinculados a la educación a distancia que les van a servir toda la vida y que las habrán aprendido este año, sin que haya sido el propósito original del año escolar. Sería desconocer todas las habilidades duras y blandas adquiridas para lidiar con esta modalidad educativa alternativa. Me parecería absurdo. ¿Sería imaginable decirle a una empresa o al mismo gobierno “haz de cuenta que este año 2020 no existió”?
¿Cree que las clases virtuales ayudarán a fortalecer la enseñanza de nuestro país? ¿Por qué?
Es la única opción existente, pero además ya debería ser moneda común en el Perú hace tiempo. Esa va a ser la modalidad habitual para cualquier alumno que quiera ser un estudiante y ciudadano digital en el mundo global. Es la tendencia de vanguardia pero que nos ha cacheteado inesperadamente a los peruanos que veníamos rezagados por la crisis del coronavirus. Podemos convertir esta crisis en un salto cualitativo en los aprendizajes de profesores y alumnos para sumergirse en este nuevo espacio y modalidad educativa. Dependerá de la velocidad de acción del Minedu que se logre sacar el máximo provecho a esta oportunidad.
¿Usted ha detectado algunos errores en este programa del gobierno Aprendo en casa?
Hay errores en todo lo que hacemos. No conozco innovación en ningún campo que nazca perfecta y no requiera ensayo/error, ajustes, reperfilamientos, etc. Solo los que no toleran o entienden eso podrían arrancar haciendo reparos desde el primer día de clases. Por eso yo creo que hay que darle al Minedu y sus especialistas el tiempo para ensayar y ajustar la propuesta en el cortísimo plazo que tuvieron para diseñarla y empezar a implementarla.
En todo caso, ¿qué recomendaciones propondría al gobierno para fortalecer el programa de clases virtuales?
Yo creo que hay que trabajar en dos planos: una, la de llevar todo el currículo a la web con la asesoría pedagógica más experta que haya en el Perú. La otra, tomar las acciones de gestión y logísticas más eficaces existentes en el Perú para que todos los niños de la escuela pública tengan laptops o al menos tabletas conectadas a internet, así como kits de cuadernos de trabajo escolar en todas las áreas, cosa que debería encabezar la agenda de acciones del gobierno. Si logran tener ese acceso, podrán sacarle más provecho tanto a las emisiones radiales y televisivas como las propiamente virtuales.
Por otra parte, la autonomía, en los alumnos, resulta ser un factor esencial en las clases virtuales. La autonomía supone que los niños se sientan acogidos, queridos, protegidos, escuchados, alentados a confiar en sí mismos….
Eso no ocurre en escuelas en las que desde el primer grado la presión académica absurda los convierte, a buena parte, en fracasados. Es que las habilidades blandas y el desarrollo emocional de los niños siempre estuvo ausente de la escuela. Lo anterior supone una escuela en la que los niños son invitados a pensar, razonar, plantear sus propuestas, entender el sentido de las cosas, incorporar los temas de la vida real como objeto de investigación escolar, y no una escuela autoritaria en la que la voz de los niños está ausente.
¿Cuál es el reto para los docentes en las clases virtuales?
Los docentes tienen la parte más dura de este contexto porque deben lidiar con su doble condición de organizadores de su hogar y trabajadores a distancia. Todo eso, a la vez, en horarios en los que antes al salir a trabajar no tenían que ocuparse de su casa o sus hijos que iban al nido o colegio. A eso se agrega el aprendizaje a 200 km/h de la educación virtual y el trabajo con los alumnos, lo que les ocupa largamente más horas que las habituales. Sumado a ello, la queja y crítica de padres no solo respecto a las dificultades de sus hijos para aprender a moverse en ese mundo, sino la avalancha mediática de voceros de entidades que reclaman que no se pague a los colegios las pensiones, que para ellos se traduce en despidos o reducción de sueldos. Son los héroes de la educación y están constantemente vapuleados, poco reconocidos y valorados en su dedicación responsable y esfuerzo.
Hoy el presidente ha dicho que aplazará de manera indefinida el inicio de clases. ¿Usted está de acuerdo?
Todos los entendidos en educación sabíamos eso. No había forma de saltar de la cuarentena con aislamiento total sin retorno pleno de trabajadores a sus quehaceres, al inicio de clases, ni siquiera en la educación superior. Yo creo que ayudaría mucho que el gobierno dijera claramente que el año 2020 será desarrollado a distancia de principio a fin, a fin de terminar con estas especulaciones de que habrá recuperación de clases presenciales que no hay forma de que ocurra. Con ello, además en el sector privado, se bajaría la presión sobre el tema de las pensiones escolares por parte de diversos colectivos contra los colegios que han tenido que montar todo un sistema de trabajo a capacidad plena para cumplir con este propósito. Debe haber una postura clara del gobierno al respecto, sin ambigüedades que desconcierten a padres y colegios. Profesores que trabajan más que antes y colegios que ponen toda la administración al servicio de ese fin necesitan operar con reglas financieras claras para cumplir con esta misión.