Recorrer los agrestes caminos de la sierra ancashina para llegar a la sierra liberteña, cruzando el río Tablachaca, fue una experiencia que nos puso a prueba. Entre derrumbes, tramos de carretera maltrecha y la penumbra persistente, avanzábamos de Shindol a Mollepata como en una travesía iniciática. A mi lado, el escritor Ángel Napoleón Gavidia Ruiz —a quien recién conocí por su segundo nombre— permanecía en silencio, sumido en sus pensamientos.
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La luna llena, cuando decidía asomarse entre las nubes, iluminaba intermitentemente los minutos que parecían eternos. En ese diálogo de silencios compartidos, los textos del libro “Vallejo a solas. Divagaciones de un profano”, publicado por don Ángel Napoleón bajo el sello de Infolectura, emergían como pequeños destellos en medio de la penumbra. Me preguntaba, entonces, entre sobresaltos: ¿cómo pervive Vallejo en/entre nosotros?
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Vallejo y yo
En medio de esa noche áspera y sobrecogedora, vinieron a mi mente unos versos de Gavidia que el doctor Max Silva Tuesta calificó, con generosa franqueza, como de herencia abrumadoramente vallejiana. Él no lo expresó exactamente así; esa fue la interpretación que extraje de sus palabras. Según el mismo autor, el doctor le comentó: “quien lea ese poema no pensará en Ángel Gavidia, sino en César Vallejo”, señalando así la poderosa huella que el poeta de Santiago de Chuco había dejado en su escritura.
El poema en cuestión emergió en aquella travesía nocturna: “Hoy que lo más lejano de todo lo lejano / llega hasta mí y me ama, / hoy que tu ausencia en su siembra de rosas congeladas / abre surcos sangrantes, / hoy que me falta el alma y más que el alma / mi verso, que fue tierno, se endurece, / coge su piel de lobo / y reclama a la roca sus entrañas, / mi verso a trote largo se va / con la noche y el viento / a las montañas.” (“Vallejo y yo”; pág. 135).
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Vallejo a solas
Danilo Sánchez Lihón ha dicho con lucidez que este es un libro profundamente testimonial. En él se develan no solo los caminos que recorre Gavidia, sino también sus fantasmas y sus nostalgias, sus obsesiones y sus ternuras. La tierra, los paisajes y la lengua de su gente aparecen como un telón de fondo constante que nutre y conmueve, haciendo que esta obra se lea como una prolongación sensible de nuestra identidad cultural.
Al respecto, el propio Ángel Gavidia Ruiz, nos dice que “Vallejo a solas” nace del deseo de responder ciertas preguntas íntimas surgidas en su experiencia de lector apasionado de Vallejo. A través de una selección de textos (que no siguen un orden rígido), comparte sus reflexiones, hallazgos e interpretaciones personales. Examina con hondura y autocrítica corpus fundamentales como “Masa”, “Trilce” y otros poemas, así como relatos y documentos menos transitados por la crítica (así como sus propias experiencias y evocaciones).
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El profano
El libro no se agota en la exégesis textual. Gavidia reconoce rastros de Vallejo en otras voces literarias: Hernández, Borges, Ribeyro, etc. También en geografías lejanas y en momentos cruciales de su vida cotidiana, como en sus visitas a lugares histórico-culturales y en las escenas clínicas durante la pandemia o en la sonoridad popular de su entorno santiaguino. En cada esquina del mundo y de sí mismo, encuentra huellas del gran vate peruano.
Gavidia confiesa que escribió sin un plan estricto, guiado más por la necesidad interior que por la sistematicidad. Acoge la tercera acepción de “divagar”: escribir sin concierto ni propósito fijo, como quien va dejando piedras en el camino. Y asume su condición de “profano” con humildad: sabe que entrar a la obra de Vallejo es ingresar a un templo, y que uno puede tropezar, equivocarse, pero también aprender.
“No sé si Vallejo es mi maestro”, dice con honestidad. Tal vez lo fue en su juventud. Hoy, se reconoce distinto. Sin embargo, algo profundo lo vincula a Vallejo: sus abuelos hablaron como él, y esa lengua —poética, andina, visceral— lo toca desde lo más íntimo. Esa cercanía originaria antecede a cualquier análisis.
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El auténtico ensayo
VALLEJO A SOLAS. DIVAGACIONES DE UN PROFANO es, pues, un libro para pensar desde las interrogantes de un lector cercano, en espíritu, cultura e historia. No se trata exactamente de un ensayo, sino de un conjunto de reflexiones para dialogar con uno mismo y con los otros. Como toda buena muestra del género, los textos que conforman este vivificante libro representan una oportunidad para pensar sin concesiones. No busca imponer verdades, sino invitar a explorarlas. Eso es lo que, verdaderamente, Gavidia ensaya con honestidad.
Por eso resulta necesario acercar este género y este libro, en particular, a los nuevos lectores. Los jóvenes, los sensibles al lenguaje, los buscadores de belleza necesitan reencontrarse con el ensayo como forma viva. Al fin y al cabo, tal como se lee en el prólogo de Antenor Orrego al poemario Trilce (citado como epígrafe en Vallejo a solas): “Y tú también, lector; vas a presentarte desnudo, abandonando tu trapillo literario, para llegar al poeta.” He aquí la invitación y el camino.





