Es no solo admirable sino maravilloso observar el continuo flujo turístico de Salpo, mi pueblo natal, que, especialmente cada fin de semana, recibe generoso a cientos de visitantes nacionales y extranjeros, que llegan atraídos por el descubrimiento y puesta en valor de determinados recursos arqueológicos y naturales con los que la naturaleza ha prodigado al importante distrito, cuyo principal recurso, especialmente en la primera mitad del siglo XX, fue la minería, explotada especialmente por la poderosa empresa norteamericana Northern Perú Mining Company. Entonces, después de vivir sus mejores tiempos, como no se habían creado otros centros de producción y de trabajo, vino el éxodo de la población, especialmente con destino a Chimbote, Trujillo y Lima. Salpo pasó a vivir de recuerdos y glorias pasadas. Casi era la agonía de la población.
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TAMBIÉN LA POESÍA
Iniciamos este recorrido admirados por el maravilloso proceso social y cultural que está viviendo el histórico pueblo. Pero como no es un turismo solo visual y paisajístico, sino también poético. Para empezar les ofrezco esta ofrenda lírica: “Mañana me voy a mi tierra niña, / a llenarme de altura y de cielo. // Mañana me voy a Salpo, niña, / a llenarme de altura y de mundo”.
EL BARRIO MANSICHE Y LA PUESTA DE SOL
El observatorio natural del cosmos, especialmente de la imponente puesta de sol, es el barrio Mansiche, desde donde se contempla todo el valle costero de Trujillo: Samne, Poroto, Laredo y la propia urbe de Trujillo. El poeta salpino Manuel Jesús Calvo compuso este poema que lo aprendí en la Escuela 255: “Una tarde a Mansiche yo he ido / a contemplar una puesta de sol: / infinita alegría mi pecho ha sentido / por el arte inefable del amor”. Y terminaba: “Por eso digo: / quien haya contemplado / de Mansiche una puesta de sol / morirá tranquilo/ no tendrá temor: / tras las aguas doradas/ está el Creador”.
EL CERRO DEL AMOR
En la propia plaza de armas del distrito, de donde parte una calzada de cemento que rápido escala y asciende una empinada colina, nos espera el reparador y ansiado mirador del pueblo en cuya cima se han instalado cómodas bancas, desde donde se contempla toda la extensión del pueblo y buena parte de la provincia de Otusco; a un costado se exhibe, pletórico de amor, un romántico corazón que, por las noches, al igual que todo el sendero es iluminado por románticas luces.
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EL RAGACH, “BALCÓN DEL CIELO”
A continuación viene el Ragach, el apu tutelar de la comarca, cuyo moderno nombre está desplazando al auténtico sin que las autoridades locales, especialmente la municipalidad, hagan algo por reivindicar la auténtica denominación. En realidad, la confusión o traslación del auténtico nombre a la cualidad o característica primordial está en la impresión que el famoso cerro causó al poeta y sacerdote español Jaime de Aicúa y Góngora, autor del épico poema “Salpo”, compuesto en 1935 cuando visitó el pueblo: “No alabo esta tierra por hondos quehaceres / que en su sino empujen de la mina en pos; / me regala Salpo más vivos placeres; / te admiro y te canto porque yo sé que eres / Balcón de lo Inmenso, Mirador de Dios”.
También a Javier Calderón Avila, autor del poemario “Versos por espigar”, pertenecen estos versos: “Reinas jubiloso en la escarapela cordillera / atalaya andina de corte sideral, / altivo y esplendoroso como el astro sol”.
La ubicación del Ragach es estratégica, pues, desde su cima, en dirección del Este, podemos contemplar la infinita largura de la Cordillera Blanca…
EL MIRADOR DE MAL PASO. Después viene la contemplación de un abismal y escalofriante mirador natural que partiendo casi del propio borde del camino o carretera a Shulgón y Chepén, quizás a unos 20 minutos del pueblo de Salpo, permite comprender, entre el temor y el arrojo, entre la valentía y el espanto, la distancia que separa, allá abajo, en dirección de los valles de Samne, Platanar, Shirán y todo Santa Catalina. La visión es sobrecogedora. Varios visitantes no pueden soportar la experiencia y optan por no acercarse… Un resbalón o descuido y… Adiós…
EL COMPLEJO ARQUEOLÓGICO DE SHAMANA
Pero el destino principal, la búsqueda anhelada, el objetivo supremo del viaje es llegar a las ruinas arqueológicas de Shamana, que cada día adquieren mayor importancia no solo entre los visitantes y turistas, sino arqueólogos, botánicos, comunicadores sociales, operadores turísticos y zoólogos, geógrafos… Hay que considerar que en las inmediaciones de la zona se ha descubierto algo desconocido hasta ahora: la famosa Puya Raimondi, extraordinaria riqueza natural factible de ser aprovechada en la promoción turística y de cuya existencia se desconocía.
El valor del cada vez famoso complejo continuamente se incrementa, sobre todo desde que el piurano Juan Vicente Requejo publicó a comienzos de los años 70 el artículo “Las ruinas de Shulgón y Shamana”, donde destaca el rol descubridor de Mamerto López, natural del caserío de Shulgón, hecho que motivó tal vez el primer viaje con el objetivo primordial de conocer y difundir directamente las principales ruinas. Entonces, la primera expedición que se conoce estuvo emprendida por Carlos Burméster Landauro, director del radioperiódico “La Voz de la calle”, su esposa Nora Cortijo, el periodista salpino Víctor Julio Olivares Marcelo, el profesor Teodoro Calvo Fernández (entonces director de la Escuela de Varones 255).
OTROS ARTÍCULOS
A ese artículo precursor se suman otros testimonios que cada día alcanzan mayor importancia y entre los cuales se pueden citar: “Ruinas del Gran Shamana” (Eudocio Villarroel Vega), “Esculpiendo el futuro turístico de Salpo” (Sofía Rentería Agurto), “El perfecto atardecer” (Iván La Riva Vegazzo), “Tan alto y tan cerca” (Marcia Sánchez Jara); y, sobre todo, el estupendo y documentado libro “Salpo y su gran Shamana” (Segundo Leiva Gonzáles, Eric Rodríguez Rodríguez, Luis Pollack Velásquez, Jesús Briseño Rosario, Guillermo Gayoso Bazán, Luis Chang Chávez), publicado por la UPAO, al que esperamos dedicar una especial atención.
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