El reciente, infernal y dantesco incendio del centro comercial “Tacorita” [también Albarracín], el pasado fin de semana, como antes ocurrió con “Las Malvinas” y también con “Mesa Redonda” de Lima, ha dejado millones de soles en pérdidas económicas, sociales y laborales. El doloroso y trágico suceso es imprescindible motivo para ratificar que la literatura, especialmente la narración, no es ficción pura, sino resultado de la realidad en sus múltiples manifestaciones. Es también medio de denuncia del hacinamiento, la improvisación y la corrupción, así como de los nulos resultados de las investigaciones.
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Según lo expuesto, la realidad funciona como referente del que parte el autor, no para copiarlo, fotografiarlo o retratarlo exactamente, tal como son y ocurren los hechos, especialmente la conducta humana, sino para revelar las grandezas, miserias y vacíos del acontecer tanto a nivel de gobierno y dirección, como de ejecución y materialización, así como de una precaria conducta de la gente. El propósito no es solo revelar y mostrar hechos, sino perfilar ideas en procura de lo bueno, correcto y superior; también denunciar negligencias, responsabilidades, improvisaciones y previsiones. En otras palabras, tratar de diseñar un ideal de lo que debe ser la realidad. Esa es una de las dimensiones superiores del escritor y de la literatura.
RÓGER LÁZARO YNCA
Precisamente, tomando como referente el reciente y trágico suceso de “Tacorita”, nos trasladamos de ambiente para fijar la atención en el trágico incendio que ocurrió en “Mesa Redonda” a comienzos de siglo. La inspiración y el arte pertenecen al escritor trujillano Róger Lázaro Ynca, autor de fecunda producción, en cuyo conjunto figuran los poemarios “El aún y la existencia”, “Huyendo de la sabiduría” y “El Perú es un libro mal leído”, así como las novelas “De cuentos no vive el hombre” y especialmente, “El amor murió sin decirme su nombre”.
El distinguido escritor es abogado de profesión. Egresó de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Trujillo, donde integró el Grupo “Raíces”. En su trayectoria literaria ha obtenido importantes premios: segundo puesto en cuento en los Juegos Florales “César Vallejo” (1992), primer puesto en poesía en los III Juegos Forales de la Universidad Nacional de Trujillo (1994), Mención honrosa en el concurso quinquenal Poeta Joven del Perú en 1995, primer puesto en el X Premio OROLA de Madrid, España (2016) y primer puesto del V Certamen de Poesía “Enrique Pleguezuela” (2021, Córdoba, España).
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NO TENEMOS UNA CULTURA DE LA SEGURIDAD
A estas alturas resultan tremendamente oportunas las palabras de Julio Alvarez Sebastián: “Miles de cohetecillos, cohetones, arrancadores, luces de bengala y todos los fuegos artificiales inimaginables fueron estallando uno tras otro, en una especie de espiral de muerte y destrucción, de asombro y desesperación. El fuego arrasaba todo. Nadie sabía si entraba o salía de ese laberinto destructor. “Mesa Redonda” era una imagen dantesca, un callejón sin salida. De alguna manera, todos éramos cómplices de esa tragedia”.
Y continúa: “Aquí nadie parecer tener una cultura de la seguridad. Instintivamente celebramos ese impulso agresivo y destructivo que nos contiene. Aquí el fuego sigue siendo una fascinación en los límites de nuestra cultura popular. Esa noche de diciembre de 2001, la muerte era un ritual sonoro y colorido, que nos fue arrastrando al dolor, al llanto y a la tristeza”.
Esta terrible tragedia “nos describe como sociedad, como población: la supervivencia, la informalidad, la tugurización, el hacinamiento, las mafias comerciales, las coimas, los sobornos, la corrupción y, casi siempre, la inútil e interminable investigación”.
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CONTENIDO
La historia principal de “El amor murió sin decirme su nombre” refiere cómo un abogado trujillano, casado con una mujer extremadamente celosa, al viajar con su familia compra una bicicleta y una muñeca para sus hijos en el centro comercial Gamarra, donde queda impactado por la personalidad, simpatía y trato de una joven y bella vendedora. Ambos se enamoran aunque no saben sus nombres. De regreso a Trujillo, el abogado comisiona a un excliente para que viaje urgente a Lima y establezca una cita con la joven, la misma que se fija para el 29 de diciembre, por la tarde.
De nuevo en la capital, mientras se dirige anhelante y febril al encuentro con la joven, de pronto estalla el terrible incendio en una tienda del jirón Cusco. “El fuego destruyó muchas galerías existentes por las cuatro manzanas vecinas. Todos sabían que en el lugar se almacenaban más de novecientas toneladas de pirotécnicos por lo que el incendio provocó una tormenta ígnea que atrapó mortalmente a muchísimas personas. Una bola de fuego de 800°C se desplazaba por las calles atrapando personas y vehículos”.
Entre las víctimas estaba la bella muchacha que despertó el amor en el abogado. “El amor murió sin decirme su nombre”.
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TECNICA DE CONSTRUCCIÓN
La novela de Róger Lázaro hace gala de una formidable técnica narrativa que discurre por dos carriles paralelos pero complementarios: el relato del amor por el protagonista y el diario que la hermosa muchacha va escribiendo a su padre fallecido, acusado falsamente de terrorista en Ayacucho. En síntesis, una hermosa y original novela del importante escritor trujillano, cuya obra se inspira y parte de nuestra tensa, dramática y trágica realidad y que, lamentablemente, se asocia con el reciente incendio producido en “Tacorita”.