Miguel Ángel Silva Rubio nació en la provincia de Celendín, en la región Cajamarca, un 25 de diciembre de 1931, y desde muy pequeño su vocación por el canto y la música lo llevó a ganar premios en la escuela. A los 20 años adoptó el seudónimo del “Indio Mayta”, como recuerdo a su origen y por el apellido materno de su madre María Rubio Mayta.
¿Y por qué Indio?, l preguntaron en una ocasión. “Por el Indio Fernández. Si México tuvo su indio Fernández, Perú tiene a su indio Mayta. Ambos tenemos bigotes, a lo macho pues paisita, ushaaaa”, respondió alegremente; en realidad el quiso ponerse ese nombre como emblema de protesta y reivindicación de los derechos de los más pobres y humildes del Perú profundo.
Acompañando por su madre, una mujer de condición humilde, a los 10 años abandonó su natal Celendín, en Cajamarca. Se dedicó a lustrar zapatos y a vender tamales, bizcochos y helados.
A los 20 años se enroló en el Ejército, luego al salir, postuló a la antigua Guardia Republicana, pero el bajo sueldo le obligó a volver a los negocios. Alquiló una panadería y luego tuvo su restaurante La Choza del Indio Mayta. También administró una tienda de telas, pero un incendio ocurrido en 1961 acabó con su sueño.
En Trujillo abrazó su vocación por el canto. En una oportunidad, el padre Rufino Vargas, que era un cazatalentos, lo invitó a concursar en su programa radial. Miguel Ángel Silva Rubio, su nombre de pila, debutó el 24 de junio de 1945 en un espectáculo por el Día del Indio, donde cantó “La Matarina”. En aquel entonces sus paisanos le criticaron por vestir sombrero, poncho, alforja y ojotas. Le disgustaron su habla con escaso dominio del español y el tono mayor que utilizaba en el canto.
Su deseo de vivir del canto lo trajo a Lima, en 1961. Convenció al empresario César Gallegos para que lo probara en el Coliseo Nacional de La Victoria. Después viajó a diversos países latinoamericanos, integrando una delegación artística. Además, actuó en cuatro películas y grabó 18 sencillos, 17 long plays, 5 discos compactos y 5 videos. De las más de 350 canciones que ha interpretado, unas 300 son de su autoría. Aunque su enfermedad le restaba energías para cantar, los recuerdos y la amistad llenaban sus días de alegría. Como en sus inicios, su espíritu querendón era un bálsamo para la vida.
Considerado un icono del folclor andino, el Indio Mayta, encontraría la muerte a los 79 años un 20 de junio de 2010.