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A través de la ciencia ficción se han retratado algunas de las consecuencias de la expansión del hombre. ¿Hacia dónde vamos? Esa es una de las preguntas que se hace el escritor José Güich, quien presentó su más reciente libro de cuentos, El sol infante (Emecé, 2018), en la 23a Feria Internacional del Libro de Lima.

¿Por qué el género de la ciencia ficción es ligado también a la fantasía? 
Para algunos autores que investigaron este género, en un principio la ciencia ficción es como el lado más realista de lo fantástico. Hay escritores que han trabajado por esa línea, mientras que otros prefirieron la separación. Mientras que las cosas fueron evolucionando, los principios que animaron la ciencia ficción se fueron olvidando. Por ejemplo, Frankenstein de Mary Shelley, ¿qué es? Puede ser fantasía o ciencia ficción. Probablemente, ese libro sea un punto de partida de la posterior separación entre lo que se conoce como narrativa fantástica y ciencia ficción. Aún hay discusiones, pero este es un género que, en la actualidad, es autónomo.

¿Cómo nace este género en el Perú?
Los orígenes se pueden remontar a mediados del siglo XIX. Elton Honores, quien va a lanzar su libro sobre la historia del género en el Perú, lo lleva un poco más al pasado. Un buen parámetro para trazar un origen es la novela publicada por Julián Del Portillo, por entregas, que apareció en El Comercio: Lima de aquí a cien años. Ahí se proyectaba una visión hacia 1943. Del Portillo imaginaba cómo iba a ser el Perú. Es una visión todavía impregnada de cosas fantásticas, pero la ciencia ficción nace a medio camino en la preocupación por el futuro, por un optimismo.

Si bien la realidad del género va cambiando a través de las décadas, ¿cuáles serían los límites de este género?
Ya estamos viviendo la ciencia ficción. Lo que será considerado innovación tecnológica, imaginado como futuro en la siguiente generación, será distinto. No creo que haya límites ni para lo fantástico o ciencia ficción. Lo que va a ocurrir es que va a haber una renovación de esos tópicos. Por ejemplo, Darko Suvin dijo una vez que “la ciencia ficción proyecta hacia el futuro problemas que son de nuestra época con una mirada crítica, cuestionadora”. Gran parte de los autores de este género han planteado historias en futuros identificables, indeterminados. Lo que hace un autor es poner preocupaciones muy actuales que luego se trasponen.

La expansión del hombre y su curiosidad son temas que se abordan en El sol infante. ¿Qué preocupaciones sobre el futuro de nuestra sociedad plasmó en las historias?
Eso se refleja en los cuentos de El sol infante, por ejemplo en la creación de un sol en miniatura financiado por una corporación global y que será utilizado con fines no tan buenos. Ahí existe también un grupo de resistencia que busca detener el fortalecimiento de una dictadura, que ha dejado mutaciones abandonadas a su suerte. Es una visión cíclica. No son cuentos muy optimistas; algunos son oscuros. Me preocupa mucho la experimentación que termine en la deshumanización; la crisis de la imaginación, porque ya no se proyectan otras posibilidades de ver la realidad.

¿Por qué la ciencia ficción suele estar ambientada en futuros posapocalípticos o ciberpunk?
La misma historia del hombre ha alimentado esa visión del permanente fin de los tiempos. No hay una visión positiva sobre el futuro. Los primeros autores de este género, por ejemplo Jules Verne, creían en sus primeros libros que la ciencia podía ser una posibilidad de mejora de la humanidad. Sin embargo, en su evolución, al final de su periodo creativo, como en El faro del fin del mundo o Robur el Conquistador, se da cuenta y anuncia el fascismo, las grandes dictaduras o tiranos. Se estuvo concentrando la gran tragedia que vino después. Los autores no son profetas, sino que usan ciertos conocimientos contemporáneos que se anticipan a cuestiones que la humanidad abordará en su momento. Eso se ha heredado. Un presente como el actual que no da para muchas utopías. La evolución del hombre es una preocupación, un tema que se toca bastante. Homo Deus, de Yuval Noah Harari, analiza el camino que le espera a la humanidad. La ciencia ficción está basada más en grandes preguntas que en respuestas. Los relatos no están hechos para dar un mensaje, sino para advertir, reflexionar.

A pesar de la importancia de los temas que se tocan, ¿a qué se debe la banalización del género?
Tiene que ver en cierta forma en cómo se encara como industria. Hay muchas formas de hacer ciencia ficción, como la más adulta y problemática. Hay otra más mediatizada, que utiliza códigos de manera más simple, menos reflexiva. La auténtica ciencia ficción no tiene por qué ser banal. Isaac Asimov, Arthur Clarke, Ray Bradbury o Robert Heinlen son un ejemplo de eso. Para evitar el riesgo de caer en ese concepto, se tiene que volver a las fuentes, a aquellos que surgieron en el siglo XX. Autores que nos inquietan, nos someten a cuestionamientos de la naturaleza humana. Cada vez ser menos humanos y más artificiales. De repente el futuro no será como en las novelas, pero nos puede acercar algo. La ciencia ficción es cuestionadora.

Perfil: Es autor de los libros Año sabático (2000), El mascarón de proa (2006), Los espectros nacionales (2008), El visitante (2012), Los caprichos de la razón (2015), entre otros.