Juan Manuel Robles: “La memoria es un relato consciente”
Juan Manuel Robles: “La memoria es un relato consciente”

Un futuro donde tengamos que pagar por nuestras fotografías, bajo la curaduría de un algoritmo que moldea la memoria -es decir, la identidad personal- a través de miles archivos, no es tan lejano.

El escritor Juan Manuel Robles plantea este y otros temas sobre la relación entre la tecnología y nuestros recuerdos, que se quiebran como la pantalla de Black Mirror, en su libro de cuentos No somos cazafantasmas (Seix Barral, 2018), que también se publicará en Colombia.

Los personajes dudan de sus recuerdos en ese futuro que imaginas en tu libro. ¿Esto ya no ha empezado ahora con la velocidad de internet y las redes sociales? Ya se está viendo. Nuestra memoria es engañosa. Incluso lo que parece preciso, exacto, puede estar distorsionado. Me parece que ya nos estamos dando cuenta de que la forma más clara de fijar los recuerdos es a través de las emociones. Pero no se fijan como en una cámara fotográfica o en un video, sino de una manera funcional a nuestra identidad. Toda la idea que tenemos de lo vivido es una ilusión que nos da el cerebro y el hecho original puede ser muy distinto. Las nuevas tecnologías permiten aprovechar esto para distintos fines. Si tenemos una memoria moldeable, las narrativas se pueden moldear. Y si almacenamos mucha información, como fotos, es evidente que, si uno no se da el trabajo de administrarlas, pueden generarse ciertas distorsiones.

¿Sucede lo mismo con la memoria colectiva? Fernando Savater decía que la memoria y la historia eran cosas totalmente distintas. La memoria es una capacidad orgánica finita, que se gasta por razones elementales. Nosotros olvidamos cosas. La memoria colectiva está hecha para ir más allá de nuestra memoria individual. Las sociedades deciden qué relatos van a prevalecer y siempre han tratado que sea un juego de poderes. Una posibilidad es el olvido final; la otra es todavía recordar ciertas cosas importantes, pero también es recordar distorsionadamente. Por eso, siempre tenemos que estar atentos cuando comentan: “Ustedes no saben, yo lo viví”. Ello es absurdo; tu memoria individual está llena de distorsiones. Siempre hay un juego entre la memoria individual y lo que otros dicen. En el futuro, que una máquina construya estas distorsiones me parece posible, porque nuestro cerebro es muy poderoso pero no para retener, sino para construir nuestra identidad.

Si bien todavía no pagamos por nuestras fotografías, como planteas en tu libro, ¿ya no estamos viviendo una suerte de curaduría de nuestra memoria con las redes? Ponemos y vemos demasiadas fotos, entonces es natural que nos cobren. Nadie se toma la chamba de hacer su propia narrativa. Alguien va a tener que organizar eso y ya hay empresas que lo hacen de alguna manera. Estamos hablando de decenas de miles de fotos. La idea con la que juego es que toda esta curaduría la hace un algoritmo y lo que te regala, con la edición de tus fotos, es un momento feliz, como una publicidad de ti mismo, una pastilla de autoayuda de tu propia existencia.

Tus cuentos dan la sensación de que le tenemos mucha fe a la tecnología para solucionar situaciones... La tecnología siempre ha sido la promesa de curar nuestras imperfecciones. Creemos que nuestras miserias son defectos de fábrica y en realidad son parte de lo que somos. La tecnología expresa, de otras formas caricaturescas, monstruosas, nuestra humanidad.

¿Por qué tienes una fijación con la memoria? La memoria es la principal materia de la escritura. Llevo diez años investigando sobre la memoria como aficionado: me metí a un curso, leo papers sobre muchas cosas nerds. Eso no evita que contemple cómo se deteriora mi propia memoria. Eso es algo que avanza año tras año. Hablar de esto es exorcizar algo que me perturba, pero teniendo claro que no puedo hacer nada al respecto. No sé cuántas memorias distorsionadas tengo. También me parece importante reflexionar, sobre todo a la luz de ciertas tecnologías, que la fotografía no es nuestra memoria. La memoria es un relato consciente que hacemos con diversos materiales tangibles y no tangibles.